Por fin. Ya se admite la importancia del poder latino en las elecciones y el futuro de los Estados Unidos, salvo por el discurso de odio y exclusión que se anida en La Casa Blanca, se hacen esfuerzos por empoderar a nuestra comunidad y responder a sus necesidades y prioridades.
La agenda latina en los EEUU va más allá del asunto migratorio. Veamos: el 14% de las pequeñas empresas en los EEUU son propiedad de hispanos, y cerca de un tercio de los nuevos negocios ha sido creados por latinos. La población latina aporta 2.7 billones de dólares al PIB de la economía americana; y la contribución fiscal es más que relevante, incluso la de migrantes indocumentados, quienes lejos de ser una carga social aportan 23 millardos de dólares en impuestos federales (9 millardos en impuestos de nómina contabilizados bajo números de seguridad social forjados por sus empleadores, lo que les impide capitalizar los beneficios asociados a esas contribuciones en salud y pensiones), además de contribuir 12 billones de dólares en impuestos estadales. Y están los jóvenes soñadores (DREAMers), un formidable capital humano, de más de 3.6 millones de personas, en cuya educación se ha invertido y donde ellos han mostrado excelencia en todos los ámbitos del conocimiento. Ninguna sociedad que se respete puede clausurar el camino a la ciudadanía de ese caudal de talento, después de haberlos formado, entre otras cosas como ciudadanos en todos los órdenes… salvo por la existencia de un documento que lo afirme.
Las encuestas revelan muchas aristas de la realidad, que deben ser pensadas por nuestros líderes si de verdad se asume la agenda latina, que, en el fondo, es la misma del sueño americano de las clases medias y trabajadoras. Los hispanos tienen como prioridad el acceso a un sistema de salud y educativo de costos razonables y accesibles para el ciudadano común. El 44% de la población latina está constituida por milenials, veta demográfica muy concernida por la sustentabilidad medioambiental y los derechos civiles, no solo los derechos de la población de color, sino también los derechos de la mujer (por ejemplo, la población de mujeres hispanas que recibe atención ginecológica gracias a Planned Parenthood es inmensa), los derechos de inclusión y reconocimiento de la comunidad LGBTQ.
Pero hay tres puntos que deben entrar en la discusión de la agenda latina y tener prioridad en este ciclo electoral. Los dos primeros son de especial relevancia para las diásporas hispanas, mayoritariamente concentradas en la Florida: el futuro de la relación entre EEUU y Puerto Rico, y una valoración protagónica de la agenda iberoamericana en la política exterior de los EEUU. Es hora de exigir a quienes aspiran a dirigir la nación una visión holística y de largo aliento que permita construir, además de un futuro digno y sustentable que reconozca plenos derechos a Puerto Rico, junto a una verdadera alianza hemisférica para capitalizar las fabulosas oportunidades que ofrece el triángulo geográfico que une a los EEUU, España, Portugal y toda la América Latina. Desde los tiempos de John F. Kennedy nadie tiene una propuesta ambiciosa y viable en torno a esa realidad.
El tercer asunto es el empoderamiento económico hispano. Se debería empezar por revisar la brecha salarial en EEUU (el salario mínimo debe incrementarse a nivel federal), sin descuidar un programa de entrenamiento y desarrollo de la fuerza laboral, así como muy especialmente iniciativas para fomentar la incubación, aceleración e inclusión financiera de la pequeña empresa de capital hispano. El potencial del emprendimiento latino en Estados Unidos es una dimensión no considerada por las políticas públicas. El potencial de crecimiento y expansión económica es enorme. Hay estudios que indican que una reforma migratoria con camino a la ciudadanía impulsa el crecimiento económico en al menos 1.5 % interanual. Si a esto sumamos una política de empoderamiento económico hispano, que se enfoque en nuevas empresas y empresas de menos de 5 millones de dólares en ventas, el impacto en el crecimiento económico global del país, junto al empoderamiento económico de la mujer hispana, podría agregar otros dos puntos porcentuales al crecimiento anual del PIB. Mucho más si agregamos las oportunidades de crecimiento e intercambio hacia el mercado latinoamericano que ofrecería este vigoroso segmento económico, con el adecuado apoyo gubernamental e iniciativas inteligentes de diplomacia económica.
En 2020 habrá 30 millones de latinos elegibles para votar (en la actualidad hay unos 20 millones registrados para votar y, en efecto, sufragan unos 12 millones de hispanos). Es, sin duda, una fuerza que ya decide, pero es también un gigante dormido. Quien desee movilizar y capitalizar el voto latino deberá salir del discurso prefabricado de estos últimos años, y responder con vigor al ataque sistemático de Trump a nuestra gente, asumiendo propuestas más allá del tema migratorio y proponiendo una agenda económica e internacional en la que la hispanidad y los latinos seamos sujetos del reconocimiento y las oportunidades que nos hemos ganado en la sociedad estadounidense, de cuyo tejido social somos parte fundamental. Los latinos, que somos parte de las soluciones de los Estados Unidos, podemos además ejercer nuestro poder electoral para ejercer una influencia beneficiosa en nuestros países de origen.