Reconciliar al país con verdad, justicia y participación: bases para una estrategia mexicana de pacificación.

Por: Ricardo Peralta

Ante la fragmentación institucional, la violencia estructural y el desgaste del modelo de confrontación, México debe construir una política nacional de pacificación con legitimidad social, gobernabilidad democrática y base ética

México enfrenta una encrucijada histórica. La violencia persistente, la descomposición institucional y la normalización del dolor social han agotado el enfoque punitivo tradicional. La nación requiere una estrategia integral de pacificación, con visión de Estado, sostenida en la participación social, el rediseño institucional y la reconciliación como objetivo superior.

Los referentes latinoamericanos demuestran que la pacificación auténtica no surge de la imposición ni del uso de la fuerza, sino del diálogo estructurado, el reconocimiento de las víctimas y la transformación ética del poder público.

Tres precedentes latinoamericanos. (contextos distintos a México)

Colombia – Acuerdo Final con las FARC (2016):

Tras 52 años de conflicto armado, se firmó un acuerdo de paz en 2016 derivado de la Mesa de La Habana. El proceso incluyó desarme, justicia transicional, garantías de participación política y enfoque en las víctimas. A pesar de su complejidad, evidenció que incluso actores armados de alto poder pueden reinsertarse mediante mecanismos verificables y voluntad política.

El Salvador – Acuerdos de Chapultepec (1992):

Con más de 75 mil muertos durante la guerra civil, el diálogo facilitado por la ONU y México dio lugar a los Acuerdos de Chapultepec, con reformas estructurales a las fuerzas armadas, policía y sistema judicial. Fue un modelo de transición institucional con base política.

Argentina – Memoria, Verdad y Justicia (post-1983):

Luego de una dictadura militar con más de 30 mil desaparecidos, se optó por un modelo judicial y cultural. Se juzgaron responsables, se construyó una memoria colectiva y se fundó una ética de Estado basada en los derechos humanos.

Propuesta mexicana: una política de Estado para la pacificación

México necesita una mesa nacional de pacificación permanente, institucionalizada, con representación plural y base ciudadana. Esta mesa debe integrar:

Colectivos de víctimas y familiares de personas desaparecidas, con legitimidad moral.
El magisterio nacional, como actor pedagógico clave en la formación de una cultura de paz.
Profesionales de sectores estratégicos: médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, académicos y científicos.
Cámaras empresariales e industriales, con corresponsabilidad en el desarrollo económico con justicia social.
Comunidad artística y cultural, como agente de sanación simbólica y cohesión social.
Medios de comunicación éticos, responsables de una narrativa constructiva.
Universidades y centros de investigación, generadores de políticas públicas con evidencia.
Comunidades de fe y espiritualidad, convocadas a promover reconciliación.
Liderazgos sociales legítimos y reconocidos, con arraigo territorial y trayectoria pública verificable.
Juzgadores recientemente electos a nivel nacional, comenzando por los integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, como parte fundamental de una justicia cercana, legítima y orientada al interés público.

Ejes operativos para una estrategia integral

1. Diálogo institucionalizado y multisectorial, con agenda vinculante y mecanismos de seguimiento ciudadano.
2. Comisión Nacional de Verdad, Justicia y Reconciliación, con autonomía técnica y participación directa de víctimas.
3. Reforma ética del sistema de medios, con estímulos a contenidos que promuevan cohesión social y repudio a la infodemia disfrazada de “libertad de expresión”
4. Pedagogía de paz, desde el sistema educativo, liderado por el magisterio, con enfoque en derechos humanos y justicia cívica.
5. Infraestructura comunitaria para la reconstrucción del tejido social, a través del arte, la cultura, el deporte, la salud mental y el desarrollo económico local.
6. Pacto por la no repetición, con compromisos verificables entre Estado, poderes públicos, sociedad civil y sector privado.

La pacificación no puede estar subordinada a la coyuntura electoral ni a los intereses de élites políticas desarraigadas de la realidad nacional. Hay sectores que instrumentalizan la violencia para obtener ventajas en el proceso electoral de 2027 y 2030, repitiendo campañas de desinformación, polarización y miedo al servicio de agendas extranjeras. Esa derecha deformada, carente de proyecto nacional, hoy se aleja incluso de sus raíces históricas como fuerza reformadora. Son un títere de agendas apátridas.

México no puede permitirse prolongar el conflicto como sistema de poder. Se necesita una alianza patriótica por la paz, sin exclusiones, sin simulaciones, y con voluntad transformadora.

Pacificar no es callar. Es enfrentar la verdad con dignidad.

Pacificar no es controlar. Es reconciliar.

Pacificar no es reprimir. Es reconstruir la Nación desde su gente.

La paz no es una consigna: es el proyecto más ambicioso de soberanía, justicia y futuro.