Rosario Castellanos: cien años que siguen vivos entre letras.
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¿Por qué Rosario Castellanos continúa vigente?
Rosario Castellanos cumpliría cien años este 25 de mayo. Su obra, profundamente ligada a las desigualdades sociales, la opresión indígena y el papel de la mujer, ha resistido el paso del tiempo. En su natal Comitán, Chiapas, vivió experiencias que marcaron su visión crítica del mundo. Desde su infancia, entendió el poder de las palabras y lo usó para denunciar injusticias que aún afectan a México.
Castellanos escribió desde un lugar de experiencia, dolor y compromiso. Su novela “Balún Canán” retrata con crudeza la estructura de poder en los pueblos chiapanecos, donde los indígenas eran invisibilizados. También en “Oficio de tinieblas” reflejó la violencia de género y el silenciamiento de las mujeres. Estas obras, hoy reeditadas, son el centro de múltiples homenajes por su centenario.
¿Qué actividades conmemoran su centenario?
El Colegio de San Ildefonso alberga una exposición dedicada a su vida y obra. En ella, se exhiben fotografías, manuscritos, diarios y hasta el recibo de compra de su primera máquina de escribir, símbolo de su esfuerzo y disciplina. Según los organizadores, el objetivo es mostrar el lado humano de una autora cuya influencia sigue creciendo.
Además, diversas instituciones culturales organizan conversatorios, montan obras de teatro inspiradas en sus textos y promueven la lectura de sus ensayos. Estas iniciativas no solo celebran su talento, sino también su compromiso con los derechos de las mujeres y los pueblos originarios.
¿Cómo enfrentó Rosario las tragedias personales?
A pesar del reconocimiento actual, Castellanos luchó contra el machismo estructural que limitaba a las mujeres en su tiempo. Desde joven, vivió la marginación dentro de su propia familia. La muerte de su hermano menor marcó su niñez, y sus padres nunca superaron esa pérdida. Este abandono emocional la acompañó hasta su madurez.
Más tarde, enfrentó otra realidad: la discriminación dentro del mundo intelectual. Sin embargo, no se rindió. Llevó teatro a comunidades indígenas en Chiapas, recorriendo largas distancias a caballo o mula. Nunca dejó de escribir. Su hijo, Gabriel Guerra, recuerda el sonido constante de la máquina de escribir y su firme decisión de no usar su posición para humillar a otros.
Castellanos fue más que una poeta melancólica. Fue una intelectual combativa, funcionaria pública y diplomática. Su centenario no solo invita a recordarla, sino a leerla, entenderla y continuar su lucha desde la literatura y el pensamiento.
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