Los demócratas nos abstenemos

Por: Edgar Mereles Ortiz

“Lo mismo hace fraude el dirigente de Morena, que el ciudadano que va a ir la casilla.”

“En Democracia no hay tintas a medias ni medias tintas: estás con el régimen o eres su opositor.” Hermenegildo García.

El primer domingo del mes de junio el gobierno federal, a través de su instituto nacional electoral pretenden llevar a cabo un proceso de elección de ministros, magistrados y jueces del Poder Judicial de la Federación.

Para llegar a este procedimiento electivo, el movimiento en el poder tuvo que realizar una serie de acciones, que por la forma política y el fondo jurídico lo definen como una dictadura constitucional. Sí, desde el 1º de septiembre del 2024, en México vivimos con un modelo político constitucional autoritario, de mayoría ficticia en los poderes legislativo y ejecutivo que les permite realizar reformas a la Constitución Política aunque no cuenten con la calidad democrática mínima.

Paradójicamente, el génesis de la dictadura se logró gracias a las elecciones de julio del año pasado. A un porcentaje real de votos para Morena, el Partido del Trabajo y el Verde, tergiversando las fórmulas de representación proporcional, las autoridades electorales del régimen le asignaron el 75% de la integración de la cámara de Diputados. Luego, para que en el Senado el trío del poder logrará la mayoría calificada amenazaron, chantajearon y compraron la no muy cotizada voluntad del senador Miguel Yunes. Ya antes habían comprado a dos senadores de origen perredista, cuyos nombres no recuerdo. Así, entre que exprimían las leyes y torcían voluntades, se hicieron, a la mala, de la mayoría calificada del Congreso de la Unión.

Teniendo la fuerza política necesaria en ambos espacios camarales, se echó a andar todo un proceso de reformas legislativas para que se elijan a los miembros del Poder Judicial.

Los textos jurídicos se redactaron en las cloacas del Palacio del Cobián y Nacional en tiempos del siniestro López Obrador, autor intelectual de toda una secuela de pus que nos costará décadas para resarcir los daños económicos, institucionales, políticos, jurídicos, sociales, medio ambientales y de vidas que se perdieron.

Después de imponer a sus leales en el poder ejecutivo y legislativo, y así lograr las reformas constitucionales y de leyes secundarias necesarias, se procedió a llevar a cabo el proceso electoral.

Los candidatos son el producto del procedimiento más opaco, irracional y subjetivo de selección. La inmensa mayoría de los aspirantes son mujeres y hombres que responden a cacicazgos políticos locales, regionales, estatales y federales. Algunos son consecuencia de presuntos contubernios entre políticos y delincuentes. Hace unos días nos enteramos que un 30% de los contendientes no ha presentado su título profesional y un promedio cercano al 20% no entregó la cédula profesional que los acredita como abogados.

En materia electoral el asunto no es menor. 34 años de construcción y perfeccionamiento de nuestro sistema electoral, la testaferra de Tadei, que cobra como jefa de la plaza del INE y un puñado de afines, en menos de seis lo tirarán al caño de la historia. El INE, que se convirtió en un modelo institucional de talla mundial, que incluso, fue requerido por la ONU para organizar elecciones en otras naciones, hoy es una caterva de aficionados y mapaches, que añoran el relleno de urnas, ratón cibernético y conteo de votos en las mazmorras de periférico sur esquina con Viaducto Tlalpan. ¡Con qué saña han devastado el legado y la calidad institucional del INE!

Redujeron el número de casillas a instalar, propiciando una geografía electoral que les permita que los centros de votación sean instalados donde se encuentra la base social, de militantes, zonas militares y sitios donde los votos cautivos cuenten con

las facilidades dela movilización de votantes durante las diez horas que dura la elección.

Desaparecieron la representación partidista en las casillas; la selección y designación de los funcionarios insaculados ha sido un desastre ya que en algunos Estados de la República más del 40% de los ciudadanos seleccionados se negaron a participar. Esta negativa le da a la autoridad electoral el derecho a designar a quien se le pegue la gana. Muy bien, estas variables sobre el número y ubicación de casillas, más la ausencia de una representación partidista que vigile el desarrollo de la jornada, más la composición de los funcionarios de las mesas, son la ecuación perfecta para que se haga lo que quieran con los documentos y materiales electorales. Además de agregar la aplicación de una disposición a todas luces con mala intención: no cancelar las boletas sobrantes en los centros de votación.

Un ciego me dijo: claramente veo que todo está preparado para la realización de un fraude electoral. Un sordo me compartió su reflexión: escuchó, perfectamente, la voz de Manuel Bartlett, como en el mismísimo 1988: no hay que dejar que se caiga el sistema, mejor controlemos todo su proceso.

El primer domingo de junio seremos víctimas de un fraude electoral.

A todo esto, debemos agregar algo que es el síntoma de nuestros tiempos: la división de la oposición, particularmente en las organizaciones, asociaciones, clubes, grupos e individuos de la entelequia llamada sociedad civil.

¿Es posible que algunas, no pocas, de las víctimas del fraude electoral de 1988, de los excesos, abusos y malos usos del obradorato, la marranada electoral del 2024 y sus terribles consecuencias estén promoviendo la asistencia de los ciudadanos para que vayan a las casillas a usar sus boletas y, así, expresar su inconformidad? Sí, sí es posible.

Contra toda lógica, sentido común, sensatez y congruencia, hay voces que dicen que debemos ir a marcar, tachar, anular nuestra boleta para que otros no hagan mal uso de nuestro voto. Hay personas de buena fe que creen que la presencia de la

sociedad civil servirá como testimonio que invalide el fraude o, por lo menos, inhiba un poquito la voracidad de la dictadura.

En ésta ocasión, con todo el valor cívico que contiene y la más absoluta claridad de lo que debemos de impedir, la mejor opción es la abstención.

No estamos viviendo un referéndum como el que sacó a Pinochet del poder en 1990, no estamos ante un proceso como el que le devolvió a España la democracia en 1979. No.

Estamos ante una embestida dictatorial que pretende despojarnos de las libertades, acotar la justicia y cercenar la democracia. No estamos ante un juego de damas chinas, estamos frente a un perverso plan de control total de las instituciones y poderes del Estado Mexicano. No estamos ante una posibilidad, estamos ante una realidad contundente, paradigmática del desmantelamiento del Estado de Derechos y Libertades.

Y tenemos que repetirlo hasta que se entienda: la presencia de mujeres y hombres que han sido oposición y resistencia en las casillas del próximo fraude electoral, solo alimentará a las bestias que después irán por lo que nos pertenece: nuestra paz e integridad.

La Abstención es Resistencia Pacífica, Total y Revolucionaria. Ejercerla con toda Libertad.

Santa Cruz Xoxocotlán Oaxaca a 16 de mayo del 2025