Por: Pedro Isnardo de la Cruz / Juan Carlos Reyes
La gente de a pie sabe que estamos ante la transformación del viejo orden mundial dominante.
Quienes añoramos la paz mundial nos quedamos esperando un acuerdo definitivo entre Rusia y Ucrania tras la pasada reunión diplomática en Estambul.
Ambas delegaciones solicitaron documentos escritos mediante los cuales se definan con precisión los términos del acuerdo de paz.
Lo alcanzado solamente fue un procedimiento de intercambio de rehenes hasta contar mil.
La Guerra -el último recurso de la política diplomática- sigue imponiéndose en el orbe.
Veamos el conflicto israelí-hamas-palestino.
Sigue la industria bélica armamentística escalando su capacidad de daño, el colapso de infraestructuras enteras, la devastación de poblaciones, la expansión de la hambruna.
Desde la era Biden, y ahora con Trump, la guerra y el terrorismo de Estado no sólo no han podido pendular hacia la paz, sino que se vuelven más despiadadas las expediciones.
Después de 100 días de gobierno de Trump, no ha funcionado eficazmente para sus fines ni para la paz del mundo, con todo y su retórica frontal, la de la fuerza, la de la humillación, la de la supuesta disputa con líderes clave, e incluso con su política de guerra arancelaria.
Sin embargo, Trump -a diferencia de V. Putin, de J. Biden- ha buscado interlocución con todos los actores del conflicto.
Con Hamas ha intentado establecer una interlocución pública, actuando al margen de los valores clásicos y tradicionales de la diplomacia y el derecho internacional.
Debemos intentar discernir esta contradicción esencial de la diplomacia trumpiana frente a los actores protagonistas del conflicto y los valores que han dominado la diplomacia moderna internacional.
Trump despliega una especie de brújula bicéfala del acuerdo, de la negociación, de la confrontación, del chantaje, de la simulación y al mismo tiempo, se preserva su posición de poder arbitraria, dejando en posibilidad de suspenso y libertad su actuación futura, siempre buscando encarnar su esfera de independencia, de poder fáctico, real y simbólico, para él y para Estados Unidos.
¿Nostalgia tradicional pero ineficaz del poder y la fuerza imperial bruta, espléndida?
Y, en México, nos sorprende el número de compatriotas que participan en actividades ilícitas del crimen organizado; de acuerdo a fuentes de funcionarios del gobierno de los Estados Unidos alcanza el universo un medio millón de personas, distribuidas en vastas extensiones y regiones del territorio nacional.
Una tragedia.
¿Debemos aceptar la intervención militar de los Estados Unidos para eficientar su combate?
¿La soberanía está por encima de insuficientes resultados y que perviva la violencia e impunidad ?
¿Es válido hacernos esta pregunta?
¿Los recursos presupuestarios asignados al ramo presupuestal seguridad nacional y seguridad pública son realmente suficientes?
¿Cuáles son las reformas de Estado que nos faltan en materia de justicia, seguridad y atención a víctimas?
Horroriza ver cómo el crimen hace ostentación de su poder al asesinar a una famosa influencer.
¿Avanzamos en la pacificación nacional ?
En ese marco, nos congratula la noticia del empoderamiento de un arzobispo latinoamericano al papado.
Un hombre sensible a las necesidades de una comunidad peruana similar a muchas de nuestras realidades.
Un pontificado que continuará el ideario y la agenda universal de paz del Papa Francisco.
América Latina con su potencial estructura poblacional joven, sus abundantes materias primas pero sin desarrollo económico sostenido, acumulando desigualdades y miseria.
¿Pero en México cómo vamos a lograr asignar mayores recursos al rubro de seguridad si la recaudación fiscal está estancada y la economía crecerá cero por ciento en el segundo semestre del año?
Y para cerrar con broche de oro el análisis noticioso coyuntural, el Gobierno norteamericano pretende gravar las remesas que los connacionales envían desde los Estados Unidos a todo el territorio mexicano.
Cajón de Sastre
Las campañas para elegir juzgadores transcurren sin sobresaltos, con todas sus limitaciones.
Los juzgadores y los aspirantes a juzgador, son en general, profesionistas poco atractivos a la mirada de la sociedad, no impactan en los electores, incluso alguno de ellos tuvo que recurrir al efecto chicharrón para lograr atraer la atención de los espectadores a quienes ya los alcanzó la crisis de seguridad y violencia, la inflación y su consecuencia inmediata, la carestía.
El Instituto Nacional Electoral llenó la contienda de reglas absurdas que inhiben la exposición de los candidatos a juzgador y limitó los montos de los recursos que pueden ejercer, las campañas que promovió fueron tardías y poco persuasivas.
El ejercicio se ha hecho contra viento y marea, así construimos los mexicanos esta nueva etapa de nuestra democracia participativa.
La reforma al poder judicial popular camina.
Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la UNAM. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).
Juan Carlos Reyes Torres es Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana, con estudios en Ciencia Política y Administración Pública por la UNAM y profesor de Teoría del Estado.