Confianza: El Pilar olvidado del poder institucional, las relaciones humanas y la estabilidad social

Por: Edgardo Flores Campbell

En tiempos donde los algoritmos rigen las relaciones humanas y en cierta medida el comportamiento social, la polarización, la incertidumbre y la desinformación marcan el pulso del mundo, un valor emerge como esencial pero frecuentemente olvidado: la confianza. Desde las más altas esferas del poder hasta los vínculos más íntimos de la vida cotidiana, la confianza no solo es deseable; es indispensable.

Sin confianza no hay legitimidad

Para gobernar no basta con tener autoridad legal, se requiere legitimidad, y esta solo se sostiene con el alma invisible de la gobernabilidad, la confianza de los gobernados. “La confianza es la base de toda forma de gobernabilidad estable”, sostiene el filósofo político John Locke desde hace siglos. Y no se equivocaba.

Los comunicados ambiguos y los vacíos de información por horas y días generan suspicacia, dan lugar a especulaciones en demérito de las instituciones, y rematar ante una crisis con una mala estrategia de comunicación y a destiempo aniquila todo intento de fomento a la transparencia, de rendición de cuentas claras y de combate a la opacidad para recuperar credibilidad y pretender construir e instaurar en tan solo horas una demeritada, devaluada o extraviada confianza.

La historia reciente ofrece múltiples ejemplos de cómo la erosión de la confianza puede hacer caer hasta al más poderoso. El caso paradigmático en Estados Unidos fue el escándalo Watergate, que obligó a Richard Nixon a renunciar en 1974. En América Latina, presidentes como Pedro Castillo en Perú o Otto Pérez Molina en Guatemala enfrentaron el colapso político cuando la ciudadanía dejó de creer en ellos.

Hoy, México no está exento. En un contexto donde la percepción de corrupción, impunidad y escalada de violencia es constante, la confianza ciudadana en las autoridades y en las instituciones democráticas enfrenta un desgaste profundo.

Por ello la confianza es clave en el funcionamiento institucional y sus titulares. Como explicó el sociólogo alemán Niklas Luhmann, “la confianza permite reducir la complejidad del mundo”. Cómo ciudadanos aceptamos decisiones judiciales, informes médicos, protocolos de seguridad al abordar un vuelo, aceptamos noticias de un medio de comunicación serio como Animal Político y Newsweek de la misma casa editorial, porque confiamos en quienes las emiten.

Sin confianza no hay ley

Cuando esa confianza se quiebra, las instituciones se vacían de legitimidad. Ejemplo de ello son los cuerpos policiales que, en lugar de generar seguridad, provocan miedo en sectores de la población. En entidades como Baja California, donde hay registros y antecedentes de cómo el crimen y la corrupción han permeado estructuras de poder, la ciudadanía enfrenta el dilema de confiar o no en quienes deberían protegerla.

En el terreno de lo personal, la confianza es igual de fundamental. Las relaciones de pareja, la crianza de los hijos, el trabajo en equipo o la amistad se sostienen en ese hilo invisible denominado confianza, mismo que se construye con hechos, coherencia y transparencia. Un padre que miente pierde la guía moral de sus hijos. Una pareja que vigila y desconfía se asfixia. Un jefe que no delega por desconfianza sabotea su propio equipo.

La desconfianza social: el virus invisible que fragmenta comunidades

En lo comunitario y en nuestra calidad de gobernados, cuando los ciudadanos desconfían unos de otros (o del gobierno), surgen barreras invisibles que fragmentan a la sociedad. Lo que sigue es la desunión, la parálisis y, en el peor de los casos, la corrupción y violencia.

La pregunta entonces no es si necesitamos más confianza, sino cómo reconstruirla en sociedad.

La revocación de la visa a la titular del Poder Ejecutivo del estado nos perjudica a todos; es una franca muestra de desconfianza por parte del gobierno de Estados Unidos. Tan solo una común tarjeta de cruce fronterizo, como “SENTRI” o “Global Entry”, establece claramente esa condición de “trusted traveler” o “voyageur digne de confiance” —entiéndase, la validación de viajero confiable—, pero más allá de la persona y su entorno, impacta negativamente a las instituciones que representa y tiene bajo su cargo. Por ende, en una entidad fronteriza como Baja California resulta indispensable la interacción binacional con California, pues coexistimos y respiramos el mismo aire del estado que representa la economía estatal más importante de la Unión Americana y la cuarta más trascendente del mundo, solo detrás del propio Estados Unidos en su conjunto, China y Japón.

Por ello, resulta de suma importancia dimensionar esta condición restrictiva para entender y saber cómo atender eficazmente la agenda de gobernabilidad regional y el fortalecimiento de los lazos económicos, entre otros factores, así como la coordinación con las agencias de seguridad de la Unión Americana. Aquí algunos cuestionamientos que debemos reflexionar: ¿Cómo entender un acuerdo de cooperación regional o bilateral en materia de seguridad y justicia sin el factor confianza? ¿Cómo sostener o reconstruir una agenda común confiable para el intercambio de información sensible en materia de inteligencia policial? ¿Cómo enriquecer investigaciones mediante labores encubiertas u operaciones técnico-tácticas con agencias norteamericanas contra pederastas, tráfico de personas, trata de blancas, contrabando de mercancías, drogas o enervantes?

Esto implica concurrir en el análisis del mapeo geodelictivo transfronterizo, la ubicación de objetivos criminales generadores de violencia y el estudio de casos, entre otras tareas. Y, si bien algunas materias son de orden federal, la fenomenología delincuencial y la vida institucional reclaman el diseño de estrategias interdisciplinarias e interfronterizas.

Desde el gobierno hasta la mesa familiar, es hora de hacer del valor de la confianza el eje central, incluso de políticas públicas, priorizadas y aplicadas con franqueza en la solución de los problemas reales que aquejan a nuestro estado, no sobre el asistencialismo y clientelismo como solución al todo, por ello importante evitar simulaciones y pronunciamientos ambiguos, con liderazgos institucionales y relaciones humanas construyendo confianza, de otra manera no tendremos prosperidad ni alcanzaremos la armonía, sana convivencia, seguridad y la paz social que anhelamos los bajacalifornianos.