¿Por qué los Papas cambian de nombre al ser elegidos?

Un gesto con raíces bíblicas y simbólicas

Cada vez que un nuevo Papa es elegido, una de las primeras decisiones que debe tomar es qué nombre usará durante su pontificado. Este cambio de nombre, que puede parecer extraño a primera vista, tiene un profundo simbolismo espiritual, histórico y doctrinal en la tradición de la Iglesia Católica.

Este gesto se inspira en la Biblia, donde el cambio de nombre representa una nueva misión o identidad dada por Dios. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, Abram pasó a llamarse Abraham, que significa “padre de muchas naciones”. En el Nuevo Testamento, Jesús cambió el nombre de Simón por Pedro (“Cefas”, en arameo), lo que significa “roca”, señalando que sobre él edificaría su Iglesia. Pedro se convirtió así en el primer Papa.

El primer Papa en cambiar su nombre

Aunque los primeros Papas usaron su nombre de nacimiento, en el año 532, el Papa Mercurio decidió cambiarlo por Juan II, ya que llevar el nombre de un dios pagano no le parecía adecuado para el líder de la Iglesia. Este gesto marcó el inicio de una tradición que se consolidó hacia el siglo X, cuando todos los Papas comenzaron a elegir un nuevo nombre al asumir el cargo.

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Una decisión con significado

El nombre papal no se elige al azar. Muchos pontífices lo hacen en honor a Papas anteriores que admiran o cuyos legados desean continuar. Otros eligen nombres que reflejan el espíritu con el que quieren guiar su pontificado. Por ejemplo, en 2013, Jorge Mario Bergoglio eligió el nombre de Francisco, en honor a San Francisco de Asís, como un símbolo de humildad y compromiso con los pobres.

Hasta hoy, el nombre más usado ha sido Juan, con 23 pontífices, seguido por Gregorio y Benedicto, cada uno con 16. Sin embargo, ningún Papa ha elegido el nombre “Pedro II”, por respeto al apóstol Pedro y también debido a una leyenda que asegura que quien se atreva a usarlo sería el último Papa antes del fin del mundo. Esta creencia, basada en las supuestas profecías de San Malaquías, no tiene respaldo oficial de la Iglesia.

Tradición viva hasta nuestros días

El cambio de nombre sigue siendo una expresión de continuidad y renovación en el liderazgo espiritual de la Iglesia. Refleja la misión pastoral que cada Papa se propone al iniciar su servicio como sucesor de Pedro.




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