¿QUÉ PAPA ESPERAMOS?

 

 

permanentes, y me molestó que él hubiera sido el elegido; me preocupó y me decepcionó, porque yo lo había conocido como muy serio, frío, distante, con cara no alegre, enemigo de encontrarse con la prensa, etc. ¡Qué cambio tan grande tuvo! Fue un Papa cercano, alegre, sencillo, abierto, espontáneo, comunicativo, etc. Es el Espíritu Santo quien guía a la Iglesia y no nuestras preferencias personales.

En los días previos al Cónclave que elegirá al nuevo Papa, ¡cuántos comentarios se hacen! Cada quien expresa sus expectativas o sus temores. Algunos, sobre todo periodistas, siguen utilizando calificativos que reducen la personalidad de los candidatos a conservadores o progresistas, como si no hubiera otras alternativas. Por conservadores califican a quienes juzgan que tienen actitudes anteriores al Concilio Vaticano II, como la Misa en latín y de espaldas al pueblo, el cuidado pastoral centrado sólo en la ortodoxia, la moral y las celebraciones rituales, sin apertura a la dimensión social de la fe. Y califican como progresistas a quienes, sin descuidarla sana Tradición, tienen una mayor apertura a los temas de justicia, pobreza, cambio climático, ecumenismo, relación con otras confesiones religiosas, lugar de las mujeres, personas con diversas orientaciones sexuales, situaciones no “regulares” en los matrimonios, etc. Piensan que estastendencias no se pueden armonizar; sin embargo, en la Iglesia pasa como con nuestras dos manos, una izquierda y otra derecha, que no pelean entre sí ni se rasguñan, sino que se complementan. La unidad no está peleada con la diversidad. Ese es el gran secreto que opera el Espíritu Santo: unirnos en el servicio al Reino de Dios en este mundo, cada quien con sus legítimas diferencias.

Los cardenales electores toman en cuenta qué tipo de Papa requieren la Iglesia y el mundo actual. No están pensando en el pasado, sino en los retos presentes y futuros. Es legítimo que haya diferencias entre ellos y que se formen grupos con tendencias distintas, a veces quizá hasta opuestas, pero nuestros cardenales son sabios, prudentes y con experiencia, por lo que esperamos que sean dóciles a las inspiraciones del Espíritu y elijan al más conveniente.

ILUMINACION

La pregunta fundamental que hace Jesús a Pedro para ratificarle en el ministerio de presidir la Iglesia es si lo ama más que los otros. Esa es la clave para escoger a un buen Papa; no tanto si seguirá la línea de Francisco, o la de Benedicto XVI, o de Juan Pablo II y demás papas anteriores. El criterio definitivo es que ame a Jesucristo con toda intensidad, que sea fiel al Evangelio, un buen discípulo del Señor, que no traicione el estilo de Jesús: muy cercano a su Padre, muy lleno del Espíritu Santo, y por ello muy servidor del Reino de Dios, que consiste en que en este mundo haya verdad y vida, santidad y gracia, justicia, amor y paz. Esa es la tarea de la Iglesia; no preservarse a sí misma ni encerrarse en sus estructuras, sino ser expresión visible del amor misericordioso de Dios Padre, guiada siempre por el Espíritu Santo, para que entre todos los que la conformamos, clérigos y laicos, procuremos la vida digna de nuestros pueblos en su doble dimensión: vertical y horizontal: que estén muy cerca de Dios por la oración, por la escucha de su Palabra y por las celebraciones rituales, para encontrar allí la fuente que los haga ser constructores de justicia, de paz y de amor en toda la humanidad, lo cual incluye la opción preferencial por los pobres, el cuidado de la Casa Común, la procuración de la paz y la fraternidad universal, el ecumenismo, la purificación de la misma Iglesia, la protección de los menores, de los enfermos, presos,  ancianos y migrantes, el debido lugar de la mujer en la Iglesia, la adecuada pastoral con quienes tienen orientaciones sexuales diversas, con los que viven en situaciones irregulares en su matrimonio, con drogadictos y violentos; en una palabra, que procure que nuestra Iglesia, en fidelidad a Jesús, sea servidora humilde de la humanidad y que todos vivamos como hermanos.

Tanto el Papa Francisco como sus antecesores se esforzaron por seguir fielmente a Jesús, pero cada uno a su estilo, como fueron diferentes Pedro y Juan, Pedro y Pablo, y los demás apóstoles. Jesús no los quiere idénticos, sino diferentes, pero muy unidos por el amor mutuo y por la misma misión. Como son muy diferentes Juan Bautista y Jesús, que no se descalifican uno al otro, sino que se reconocen servidores del Reino de Dios, cada cual a su estilo.

ACCIONES

Oremos al Espíritu Santo que ilumine a los cardenales electores y tomen una buena decisión, pero confiemos en los caminos de Dios, que no son idénticos a los de este mundo, y aceptemos con madurez de fe la elección. Además, la Iglesia no depende sólo del Papa, sino de cada uno de quienes la conformamos. Seamos todos la Iglesia que Jesús quiere, junto con el Papa.