Poder Judicial y Economía: una elección con peso estructural

Por: Julio de Jesús Ramos García

En los próximos meses, México enfrentará una elección que, aunque no pasará por las urnas tradicionales, tendrá implicaciones profundas para el futuro del país: la renovación de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y otros órganos clave del Poder Judicial. Si bien estos cambios suelen abordarse desde un enfoque estrictamente político o legal, el impacto en la economía mexicana es igualmente relevante y merece atención.

La estabilidad jurídica es uno de los pilares más importantes para el desarrollo económico. La certeza en la aplicación de las leyes, el respeto a los contratos y la independencia de los jueces son factores que inciden directamente en la confianza de inversionistas, empresas y ciudadanos. Sin embargo, en un contexto donde el Ejecutivo ha planteado reformas que buscan transformar profundamente al Poder Judicial —incluyendo la elección popular de jueces—, surgen legítimas preocupaciones sobre la posible politización de la justicia.

Si bien es cierto mis apreciables lectores, la economía mexicana se encuentra en una encrucijada. Aunque ha mostrado signos de resiliencia tras la pandemia, con cifras positivas en crecimiento y empleo, los riesgos estructurales persisten: una baja productividad, informalidad laboral elevada, y una inversión privada que sigue estancada ante la incertidumbre institucional. Si a eso se suma una percepción de debilitamiento en la división de poderes, el panorama se complica aún más.

La pregunta de fondo es: ¿cómo se equilibra el legítimo deseo ciudadano de participar más en las decisiones judiciales con la necesidad de mantener un sistema de justicia técnico, profesional e independiente? Una mala elección puede significar un retroceso en la lucha contra la corrupción, en la protección de derechos fundamentales, y en la competitividad del país.

México no solo elegirá magistrados o ministros: elegirá un modelo de justicia. Y de esa elección dependerá, en gran parte, si la economía avanza hacia una etapa de mayor certidumbre y crecimiento, o si se estanca en un ciclo de desconfianza e improvisación.