Negociar en la incertidumbre

Liébano Sáenz

La reacción del poder judicial norteamericano, de los mercados, a más del progresivo debilitamiento de la economía y el notable cambio en la desaprobación a su gobierno, apuntan hacia una reconsideración en la postura del presidente Trump. El tiempo ha dado la razón a quienes optaron por mantener una relación sensata y respetuosa con el presidente de Estados Unidos; la realidad ha logrado doblegar una actitud beligerante que parecía irreversible. Sin embargo, no hay certezas absolutas de lo que se decidirá en la Casa Blanca en las próximas semanas y meses. México —después de China— ha sido, hasta ahora, uno de los países más afectados por el reacomodo de la economía global. Nuestra profunda dependencia al vecino ha amplificado el impacto. Diversos analistas y agencias anticipan que México se encamina con claridad hacia una recesión, si no es que ya se encuentra inmerso en ella.

Negociar con el magnate acostumbrado a sacar ventajas del trato con los demás, representa un reto complejo, más por su temperamento impredecible, impulsivo y contradictorio. La suspensión de aranceles puede detonar posiciones más agresivas contra actores que el mandatario perciba vulnerables, como ha sucedido con Ucrania. México es un blanco potencial, a pesar de la aparente buena relación personal entre presidentes. No hay margen para la confianza. El Plan México generará resultados limitados si no se promueve activamente la inversión privada, y si persisten factores de inestabilidad como la reforma judicial, o los cambios que ahora mismo se impulsan a la Ley de Telecomunicaciones, que debilitan el marco institucional.

Uno de los elementos que ha obligado a Trump a reconsiderar sus decisiones, es el impacto sobre las cadenas de suministro esenciales para empresas estadunidenses. México, China y Canadá no sólo exportan automóviles, también insumos clave. Los aranceles han afectado a compañías mexicanas y norteamericanas por igual. La reindustrialización que persigue Trump no aportará beneficios inmediatos para su país: implica altos costos de producción y traslada la carga al consumidor. México, sin tener de su lado la capacidad de diversificación de Canadá ni su resiliencia estructural, enfrenta el reto de negociar en medio de la incertidumbre.