Groenlandia se enfrenta a presiones externas mientras busca su propio rumbo.
La compleja realidad de un territorio estratégico
Groenlandia, territorio autónomo de Dinamarca, ha captado la atención mundial debido a su posición estratégica y recursos naturales, factores que han atraído el interés de potencias como Estados Unidos, Rusia y China. Mientras el deshielo del Ártico abre nuevas rutas marítimas y exponen depósitos minerales codiciados, los groenlandeses temen convertirse en piezas de ajedrez en un juego geopolítico del que buscan mantenerse al margen.
Lisa Sólrun Christiansen, artesana de origen inuit y danés, vive esta realidad con preocupación. Sus días comienzan temprano, tejiendo suéteres de lana tradicionales, símbolo de la rica cultura inuit. Sin embargo, su tranquilidad se ve perturbada cuando revisa las noticias y encuentra menciones constantes a las intenciones del expresidente estadounidense Donald Trump respecto a Groenlandia. “Me siento abrumada”, expresa mientras observa los icebergs que flotan cerca de la costa.
La sombra del control extranjero
El interés de Trump en adquirir Groenlandia no es nuevo, pero sus recientes declaraciones han reavivado temores en la isla. A pesar de que Dinamarca rechazó tajantemente la oferta de compra en su primer mandato, la retórica estadounidense ha mantenido la incertidumbre. Las próximas visitas de figuras políticas y militares estadounidenses, como la de Usha Vance, esposa del vicepresidente JD Vance, y los funcionarios Michael Waltz y Chris Wright, han avivado el debate sobre la soberanía y el derecho a la autodeterminación de los groenlandeses.
El primer ministro saliente, Múte Boroup Egede, ha sido enfático al exigir respeto a la integridad y democracia de Groenlandia. Mientras la isla avanza hacia la independencia, la posibilidad de quedar atrapada en intereses ajenos genera tensión entre la población. “Debe declararse enérgicamente que nuestra integridad y democracia deben ser respetadas sin ninguna interferencia externa”, afirmó Egede.
Identidad y autodeterminación
Desde la aprobación de la Ley de Autogobierno en 2009, los groenlandeses han buscado fortalecer su autonomía. El reconocimiento del derecho a la independencia es un paso significativo, pero muchos temen que la presión extranjera limita su capacidad para decidir libremente. Otto Svendsen, experto en asuntos del Ártico, señala que las acciones de Trump han generado un inesperado sentido de unidad y orgullo nacional. “Los groenlandeses están haciendo todo lo posible para hacer oír sus voces”, comenta Svendsen.
Aunque históricamente Groenlandia ha mantenido una relación cercana con Estados Unidos, especialmente durante y después de la Segunda Guerra Mundial, los groenlandeses no desean reemplazar a Dinamarca por otro poder dominante. El recuerdo del colonialismo y las políticas danesas que afectarán a las comunidades inuit siguen presentes, y la posibilidad de una relación de dependencia con Estados Unidos genera rechazo.
La disputa por los recursos del Ártico
El interés estratégico de Estados Unidos en Groenlandia se centra en el control del Ártico y sus recursos energéticos y minerales. La Base Espacial Pituffik, operada por Estados Unidos, juega un papel clave en la vigilancia militar y el monitoreo espacial de la OTAN. Sin embargo, para los groenlandeses, la presencia militar extranjera se ha convertido en un recordatorio constante de su vulnerabilidad ante potencias externas.
Cebastian Rosing, guía turística en Nuuk, expresa la frustración de muchos al sentir que el esfuerzo por recuperar la cultura inuit y afirmar la autonomía se ve amenazado. “Es extraño tener que defender lo que siempre ha sido nuestro”, afirma.
Un modelo alternativo
Pese a la preocupación generalizada, existen quienes ven en la relación con Estados Unidos una oportunidad. Jørgen Boassen, integrante de la organización American Daybreak, promueve vínculos más estrechos con Washington. Aunque simpatiza con Trump y critica el legado colonial danés, Boassen también desea una Groenlandia independiente. Su visión se asemeja a los acuerdos de libre asociación que mantienen las Islas Marshall con Estados Unidos, donde se conserva la soberanía interna, pero se delegan aspectos de seguridad y defensa.
La voz del pueblo groenlandés
Para la mayoría de los habitantes de la isla, el control de su futuro debe permanecer en manos groenlandesas. Lisa Sólrun Christiansen, con su dedicación a preservar las tradiciones inuit, se mantiene firme en su convicción de que la bandera diseñada por su padre simboliza la unión y la autodeterminación. “Tenemos que estar unidos”, reflexiona mientras continúa tejiendo, enfrentando la incertidumbre con la misma paciencia con la que hilvana los patrones tradicionales de su pueblo.