Por: Cristina Plazas Michelsen
En la Plaza de Bolívar, el presidente Gustavo Petro lanzó una frase que, viniendo de él, suena como un boomerang mal tirado: “El que traiciona al pueblo se debe ir.” Porque si alguien ha traicionado al pueblo, es precisamente él. Y aquí no valen los discursos: los hechos son los que hablan… y gritan.
Traicionó a los campesinos, ejecutando apenas el 29,3% del presupuesto del Ministerio de Agricultura en lo que va del año. ¿Reforma agraria? ¿Soberanía alimentaria? Solo humo sin inversión.
Traicionó a los jóvenes, dejándolos viendo un chispero tras eliminar los subsidios a los intereses del ICETEX y afectar a más de 300.000 estudiantes y egresados de bajos recursos.
Traicionó a los niños, víctimas de un preocupante repunte en el reclutamiento forzado, mientras el gobierno brilla por su ausencia. Y, por si fuera poco, están pasando hambre: en 2023, el 24,7% de los hogares colombianos enfrentaron inseguridad alimentaria moderada y el 4,8% la vivió de forma grave. En zonas rurales y centros poblados dispersos, la crisis es aún más alarmante: las cifras ascienden al 31,2 y 5,7%, respectivamente. ¿Dónde está el gobierno del cambio cuando los niños tienen más posibilidades de ser reclutados o desnutridos que de estar protegidos y bien alimentados?
Traicionó a los maestros, imponiendo un modelo de salud que colapsó por corrupción, improvisación y egocentrismo, a pesar de todas las advertencias. ¿Y los pacientes? Hoy enfrentan una crisis sanitaria sin precedentes: sin EPS, sin medicamentos, y con un sistema que convirtió la salud en un lujo para los “cuatro mil blanquitos” que tanto menciona. ¿Dónde quedó la “salud para la vida”?
Traicionó a las mujeres, cerrando salas de parto en regiones enteras y dificultando el acceso a servicios básicos de salud reproductiva. Al paso que vamos, hasta embarazarse será riesgoso. Y como si fuera poco, en un consejo de ministros, Petro afirmó conocer “feminismos que destruyen hombres”, deslegitimando décadas de lucha por la igualdad.
Traicionó a las víctimas, nombrando en altos cargos a hombres denunciados por violencia contra mujeres: Diego Cancino, Víctor de Currea-Lugo, Hollman Morris, entre otros. ¿Dónde están los filtros éticos? ¿Dónde quedó el compromiso con las mujeres?
Y ni hablar del Ministerio de la Igualdad, donde los proxenetas parecen tener más poder que las mujeres que deberían estar siendo protegidas. En este tema, más que el Ministerio de la Igualdad, parece el ministerio de los victimarios.
Traicionó a sus propios votantes, a quienes lo vieron como un faro moral en medio de la podredumbre política. Le creyeron cuando prometió un gobierno limpio, ético, distinto. Y hoy ven con decepción cómo la corrupción hace fiesta en su entorno más cercano: su hijo Nicolás Petro, su exjefa de gabinete Laura Sarabia, su consejera Sandra Ortiz, su hermano Juan Fernando Petro y varios exministros están salpicados por escándalos. ¿Qué fue de su bandera anticorrupción? ¿Dónde quedó el ejemplo?
Traicionó a nuestros héroes, a la Fuerza Pública, debilitándola en nombre de una “paz total” que terminó fortaleciendo al crimen. Les quitó respaldo, los dejó sin recursos, sin moral, y los expuso ante estructuras armadas que hoy operan con más poder, más impunidad y más control territorial. ¿Cómo se construye seguridad cuando se desarma a los que protegen y se negocia con los que aterrorizan?
Traicionó a los hogares colombianos, golpeando con fuerza el bolsillo de millones. El precio del gas se disparó, la inflación hizo estragos, y el costo de vida subió sin control.
Traicionó la seguridad del país, vendiendo la ilusión de una “paz total” que terminó fortaleciendo a los violentos. Premió criminales, debilitó la Fuerza Pública y facilitó el aumento de masacres, secuestros y extorsiones. Hoy, los grupos armados están presentes en el 75% de los municipios del país. ¿Paz para quién?
Traicionó el conocimiento, despreciando la ciencia, la investigación y la educación. Recortó el presupuesto en ciencia y tecnología al nivel más bajo en años: apenas 300.000 millones de pesos para todo un país. Y, por si fuera poco, acusó a los científicos de “venderse al mejor postor”. ¿Cómo se construye un país distinto si se pisotea el saber?
Abandonó la calidad y cobertura de la educación básica y media, y ni siquiera ha cumplido con sus compromisos en educación superior. ¿Cómo se construye un país distinto si se pisotea el saber?
Traicionó al sector productivo, estigmatizando a los empresarios como enemigos del pueblo. Resultado: más de 250.000 empresas cerradas en dos años y medio. La mayoría, pymes. ¿Y las soluciones? Bien, gracias.
El Presidente prometió un gobierno del cambio, pero lo que tenemos es un país fracturado, empobrecido y cansado. No hay traición más grande que usar al pueblo como bandera para luego clavarle la lanza por la espalda.
Las mentiras llenan plazas. Pero los hechos destruyen la confianza.
Nos vemos en las urnas.