Por Heriberto M. Galindo Quiñones.
Durante la tarde del 22 de marzo, el día previo al magnicidio ocurrido en la Colonia Lomas Taurinas de Tijuana, Luis Donaldo tuvo un mitin de verdadera apoteosis en un Parque de Culiacán, después de haber tenido una jornada también muy exitosa en Mazatlán.
En ambas ciudades lo acompañé en su gira proselitista, como antes lo había yo hecho en Morelia, Guadalajara y Colima; en mi calidad de Coordinador General de la Cuarta Circunscripción Política que cubría de Michoacán a Baja California.
Recuerdo que a Culiacán se había trasladado desde Miami el periodista Andrés Oppenheimer para entrevistarlo, y lo logró. Me tocó saludarlo cuando salíamos del impresionante mitin.
Nos trasladamos en el vehículo conducido por Colosio hasta el Hotel “Executivo” ubicado sobre el Boulevard Madero esquina con la avenida Álvaro Obregón en el centro de la capital de Sinaloa.
Llegamos al Hotel donde hubo una salutación con simpatizantes y con los representantes de los medios de comunicación social; y luego de un ajuste de tiempo para descansar un poco y estar listos para los siguientes eventos, yo entré a mi habitación, y a los pocos minutos recibí una llamada de Mayor Castillo, jefe de ayudantes de Luis Donaldo, quien me transmitió el mensaje del candidato para que lo acompañara a la cena que le ofrecían unas cuatrocientas personas (doscientos matrimonios) de alto nivel en uno de los salones de eventos del Hotel.
Asistí a la cena, pero ni Colosio ni yo probamos los deliciosos platillos que sirvieron durante el convivio. Al terminar yo salí corriendo a reunirme con amigos míos de Mazatlán y de Guamúchil quienes me estaban esperando en el restaurante “El Palomar de los pobres” que está ubicado a cien metros del Hotel Executivo. Y cuando iba llegando al encuentro con mis cuates, me alcanzaron casi a paso veloz mis amigos Carlos Olmos, quien laboraba en la Coordinación de invitados de la campaña, y Héctor Yunes, quien en ese tiempo fungía como Delegado General del CEN del PRI en Sinaloa; y prácticamente al unísono me pidieron que no me sentara a cenar con mis amigos, porque el candidato me estaba esperando en la suite 5001 del Hotel. Me sorprendí por la invitación que se me hizo, pero la atendí y nos fuimos caminando al encuentro con LDC. Subimos al quinto piso del inmueble, me dirigí a las cercanías de la habitación donde el candidato presidencial estaba realizando ejercicios de inhaloterapia en compañía de su médico de cabecera. Me atendió el General Domiro García quien de manera muy comedida me indicó que esperara unos minutos para reunirme con Luis Donaldo. Esperé tranquilo y sin problema alguno. Recuerdo que de la habitación salió Óscar Espinoza Villarreal, quien se desempeñaba como Coordinador de Finanzas de la campaña. Nos saludamos y él se despidió. Saludé a Luis Donaldo en el momento en el que concluía su terapia para atenderse de sus vías respiratorias. Me pasó a su suite y en la mesa había dos platos cubiertos con tapas de piuter y dos vasos llenos de Coca-Cola sin gas. Colosio al levantar las tapas y hacer que se mostraran dos club sándwich -muy fríos por cierto-como para no ingerirlos.
Luis Donaldo me dijo al instante:
“Mi maestro: le traje su cenita”. Y yo en broma chusca le contesté: “Querido candidato: ni cuando yo era pobre comía sándwiches tan fríos con Coca-Cola sin gas…jajajaja”. Y como de rayo él le gritó con voz estruendosa y horrible al Mayor Castillo: “¡Castillo: ¿Por qué están tan fríos los sándwiches y las coca colas no tienen gas?!” A lo que su jefe de ayudantes le contestó que era porque tenían por lo menos dos horas en la mesa. Y LDC le ordenó cambiarlos por otros que estuvieran calientes y por dos refrescos fríos y
con gas. Así se hizo y cenamos juntos y conversamos.
Me estuvo cuestionando y comentando sobre los impresionantes y muy cálidos mítines celebrados con su presencia en Mazatlán y en Culiacán. Estaba muy contento y muy feliz por la apoteosis. Me dijo que solamente le podía mucho el haber tenido que consumir parte importante del tiempo que se le había asignado para las transmisiones de televisión por tener que agradecerle a Manuel Camacho su tardío apoyo, pues esa mañana el ex jefe del DDF había anunciado que respaldaba la candidatura de Colosio.
Yo, por la confianza que nos teníamos, le hice un comentario -que reconozco que fue muy imprudente de mi parte al decirle-: “¡Sí, me dí cuenta que te ordenaron agradecerle a Manuel Camacho su adhesión…!” Y Colosio me contestó algo alterado: “¿Quién me ordenó agradecerle a Camacho?…¿Por qué me dices eso?” Y yo le contesté: “No te alteres; recuerda que cuando el General Domiro García te indicó que tenías una llamada en la torre de control del aeropuerto de Mazatlán, tú me hiciste una señal con tu mano para que te acompañara al interior de la torre de control, y te seguí y estuve atrás de ti, mientras atendías y respondías la llamada… yo no supe con quién hablabas, ni escuché lo que te decían por el auricular, lo único que escuché es que tú le decías a la persona con la que hablabas: sí señor…sí señor, así lo haré. Al tiempo que escribías algo con un plumón en una hoja de papel…!”
Supongo que quien le llamó y le instruyó a LDC fue el Presidente de la República, Carlos Salinas de Gortari, y Luis Donaldo, obediente como era con su jefe, atendió y expresó ante los medios de comunicación su reconocimiento y su agradecimiento a Manuel Camacho Solís por su tardía adhesión.
Después de cenar y de comentar los tópicos de ese gran día de la campaña en Sinaloa, le pregunté respecto del ofrecimiento que me había hecho el día 10 de febrero -fecha de su cumpleaños- mientras comíamos en el restaurante del Hotel América de la ciudad de Colima, cuando me dijo que quería que yo encabezara el liderazgo nacional de la CNOP, que en ese entonces ocupaba el Ingeniero Miguel Ángel Barberena, exgobernador de Aguascalientes. Colosio me contestó que ese asunto y otros cambios que haría en algunas áreas del Partido, ya los había comentado y acordado con el presidente Salinas de Gortari quien había aprobado mi nombramiento, pero me dijo que los cambios y mi toma de posesión se harían pasando la semana santa; asunto que, por los penosos acontecimientos, nunca llegó a concretarse.
Luego me preguntó mi opinión sobre el excelente político guanajuatense Licenciado Miguel Montes García, brillante y estudioso abogado y gran parlamentario, de quien le hablé maravillas, todas muy merecidas. Y Colosio me dijo que estaba pensando en él como una opción para que ocupara la secretaría de gobernación en su gobierno.
Enseguida me pidió que no lo acompañara yo a Tijuana al día siguiente, y al escucharlo yo le hice “pucheros” con mi reacción de tristeza y sorpresa notoria en mi lenguaje corporal, y le dije que yo quería acompañarlo siempre, cuando visitara los Estados que estaban comprendidos en la Cuarta circunscripción política que yo encabezada, la cual iba de Michoacán hasta Baja California. Luis Donaldo al observar mi reacción, porque no llegaría yo con él a Tijuana, me puso su brazo en mi hombro, y me dijo con cariño y con ternura fraternales que no me preocupara: “¡Tú eres mi hermano!… deja que otros hagan méritos…¡quiero que me hagas el favor de quedarte en Culiacán y que visites a la familia Clouthier y les lleves mis saludos y mis respetos!… y pasado mañana me alcanzas en Navojoa…Por cierto: ¿dónde pasarás la semana santa?” me preguntó; y yo le contesté que la pasaría con mi familia en Mazatlán, y él me invitó a que lo acompañara el jueves y el viernes santo en el rancho de su padre, Don Luis Colosio Fernández en Cucurpe, Sonora. Eso tampoco se pudo llevar a cabo.
Le comenté que el legendario periodista y columnista político, Ángel Trinidad Ferreira, deseaba hablar con él y que le quería proponer a don Mario Vargas Saldaña como candidato a Senador por Veracruz. Colosio se expresó con mucho afecto hacia Ángel a quien llamaba Angelito. Me dijo que veía con muy buenos ojos la aspiración de don Mario.
Al final del convivió ya casi llegando a la media noche, le transmití mis temores por su seguridad personal y por sus viajes en líneas comerciales, haciéndole ver los peligros que corría. Él con mucha confianza en sí mismo me pidió que no me preocupara.
Nos despedimos y me dijo que el día siguiente (el 23) se despertaría muy temprano para salir a correr por el malecón de Culiacán.
Nos dimos las buenas noches con un abrazo muy cálido, y al día siguiente de aquella mañana estando yo con algunos amigos en el lobby del Hotel, lo vi salir a correr, vistiendo un atuendo deportivo en colores negro y blanco, con una gorra también negra y un paliacate rojo en el cuello.
Allí seguimos hasta que regresó de su trote, subió a la habitación y se dio un muy merecido baño. Bajó en unos cuantos minutos con traje y corbata y se dirigió a varias estaciones de radio a cuyos responsables de los noticiarios matutinos les había ofrecido concederles sendas entrevistas. Y se las concedió.
Dos horas más tarde lo despedimos en el aeropuerto, previo a su viaje a La Paz y a Tijuana.
Me apliqué a realizar la tarea que me encomendó Colosio, comí con mi amigo y valiente crítico Manuel Clouthier Carrillo y con mi muy querido amigo, hermano y compadre César Angulo Valdez, uno de los propietarios del magnífico restaurante “Los Arcos”.
De allí me fui a saludar por separado, a dos de los entonces editores de los diarios impresos de Culiacán: Jesús Cantú de Noroeste y Jorge Luis Telles de El Sol de Sinaloa. Con Jorge Luis me enteré del atentado al estar viendo la televisión con Jacobo Zabludovsky de Televisa y con Rafael Peimbert de Telemundo.
Ante el estupor y el enorme dolor le llamé a mi gran amigo el Dr. Héctor Lié Verduzco para pedirle que me acompañara al aeropuerto para tomar un avión que me llevara a Tijuana . Me fui al aeropuerto y encontré un vuelo de Aeromexico a Tijuana y viaje en él. Llegué al filo de las 9.30 PM y de inmediato me trasladé al Hospital General donde se encontraba el cuerpo de Luis Donaldo Colosio. Al llegar, ante el tumulto, de inmediato mis amigos Alfonso Durazo y Liébano Sáenz me pasaron a ver el cuerpo inerte de nuestro querido amigo y hermano, y allí observé las huellas de los estragos de dos disparos, uno en la sien y otro en el abdomen.
A las 3.30 de la madrugada (tiempo de Tijuana) del día 24 nos trasladamos a la Ciudad de México y acompañamos a la gran Diana Laura Riojas, al cuerpo de su esposo y a personas muy allegadas.
Arribamos al hangar presidencial a las 8.30 AM y de allí nos trasladamos al auditorio Plutarco Elías Calles del CEN del PRI donde se montaron las primera guardias de honor.
Así fue.
A 31 años del magnicidio, con inmenso dolor y con enorme cariño y reconocimiento, refrendamos nuestro más sentido homenaje perenne al gran mexicano que fue Luis Donaldo Colosio Murrieta, el hombre que tenía talento, determinación, capacidad, equipo y patriotismo para transformar verdaderamente a México.
Su legado como el de Don Jesús Reyes Heroles están vigentes y es menester y obligación política y de moral pública retomarlos y aplicarlos en bien de las y los mexicanos.
Descanse en paz.