MOTIVACIÓN VS DISCIPLINA

Shanat

 

La motivación es esa chispa que te hace sentir invencible por un rato. Pero, como toda chispa, se puede apagar en cualquier momento. La disciplina, en cambio, es la leña que mantiene el fuego encendido día tras día.

Cuando te levantas sin ganas, la disciplina te dice: “No importa, hazlo igual.” Es esa fuerza que te empuja a seguir avanzando aunque el ánimo flaquee. Muchas veces empezamos un proyecto llenos de entusiasmo, pero luego la energía se va y aquí es donde la disciplina toma el mando y no te deja abandonar.

La motivación es un subidón temporal, casi como tomarte un café cargado. La disciplina es más bien como llevar siempre una botella de agua: te hidrata constantemente. Con disciplina, no dependes de la emoción del momento para actuar. Ponte a pensar: ¿cuántas veces has querido ir al gimnasio y luego te dio flojera? Si solo dependes de la motivación, cualquier excusa es buena para no ir.

En cambio, si eres disciplinado, vas al gimnasio, aunque tu cuerpo te diga “hoy no”. La disciplina te ayuda a recordar tu meta, incluso cuando tu mente te pide una pausa. Es la diferencia entre hacer dieta solo cuando te sientes con ganas y llevar una alimentación constante. Imagínate a Juan, un amigo que se emocionó cuando compró tenis nuevos para correr. El primer día se levantó a las seis de la mañana, súper motivado. El segundo día ya no estaba tan animado, y el tercero quiso quedarse dormido. Si no tiene disciplina, los tenis van a terminar juntando polvo en el armario. Pero si desarrolla el hábito de correr, incluso sin ganas, su cuerpo se acostumbra y aquí empieza la magia: correr se vuelve parte de su rutina, no una actividad esporádica.

La disciplina es como un músculo: se fortalece con la práctica constante. No importa si llueve, si hace frío o si te sientes cansado. Ese músculo te dice: “Levántate, ponte los tenis y a correr.” Claro, habrá días en los que de verdad necesites un descanso. La disciplina no significa forzarte hasta el extremo sin sentido, significa ser constante, tener un plan y apegarte a él la mayor parte del tiempo.

La motivación, en su mejor momento, te puede llevar a iniciar algo con mucha pasión. Pero cuando esa pasión se apaga, la disciplina es quien mantiene la llama viva. ¿Quieres aprender a tocar la guitarra? Necesitarás motivación al principio. Pero después de un mes de práctica diaria, será la disciplina quien te haga seguir.

Porque, seamos sinceros, hay días en que no apetece ni sacar la guitarra de su funda. Sin embargo, la recompensa de tocar bien llega solo para quienes practican a diario. Y ahí es donde la disciplina gana la partida. Muchos sueñan con escribir un libro, pero pocos lo terminan. No porque les falten ideas, sino porque la motivación inicial se desvanece.

La disciplina te hace sentarte a escribir aunque no tengas la inspiración a tope y poco a poco, el libro va tomando forma hasta que un día lo terminas. Lo mismo pasa con aprender un idioma, montar un negocio o mejorar tu salud. Sin disciplina, es fácil rendirse a la mitad del camino.

 

¿Qué necesitas para construir disciplina? Constancia y un plan realista. No sirve de nada querer cambiar todo de golpe y esperar resultados inmediatos. Empieza con metas pequeñas: hoy realiza 10 minutos de ejercicio, mañana 15, y así sucesivamente. A medida que cumples tus objetivos, tu disciplina se fortalece. Es un círculo virtuoso que te hace cumplir metas pequeñas y te motiva a seguir.

Piensa en la disciplina como ese amigo que no te deja tirar la toalla, es quien te recuerda por qué empezaste y hacia dónde vas. La motivación es un gran aliado pero no es eterna. Por eso no podemos basar todo nuestro progreso solo en sentirnos motivados, en algún punto, la emoción decae y nos encontramos con la pereza y procrastinación.

Ahí entra en juego la disciplina, diciendo: “No pasa nada, sigue adelante.” Si entrenas la disciplina te vuelves obstinado en el mejor sentido de la palabra, te aferras a tus metas y no las sueltas hasta ver resultados.

¿Te imaginas cuánto podrías lograr si fueras disciplinado en todo lo que te importa o en todo lo que quisieras lograr?

Es como tener un superpoder que te impulsa a ser constante. La motivación sube y baja como una montaña rusa y la disciplina es más bien una carretera larga y recta puede no ser tan emocionante pero seguro te lleva más lejos. Pasas de “tengo que hacerlo” a “simplemente lo hago” sin pensarlo tanto. No quiere decir que te vuelvas un robot sin emociones, simplemente, aprendes a actuar más allá de cómo te sientas en un momento dado.

La disciplina te ayuda a superar las excusas que te pones a ti mismo, seguramente te va a enseñar a negociar contigo de manera justa pero firme. ¿Hoy no tengo ganas? Bueno, hago aunque sea la mitad, pero hago algo. Mañana retomo con más fuerza, pero no abandono.

Así, cada día sumas un ladrillo más en la construcción de tus metas.

La clave está en ver la disciplina como una aliada, no como un castigo, no se trata de obligarte a sufrir, sino de comprometerte con tus sueños.