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Liébano Sáenz
Confundir lo deseable con lo que es posible suele ser el camino al error. Esto es todavía más claro tratándose de la economía. Desde 2018 se ha actuado con la confianza de que la fortaleza del país creada en el pasado resistía las decisiones políticas caprichosas que fueran. Es cierto que por cinco años se cuidó el equilibrio entre ingresos y egresos, pero también lo es que en el último año del mandato de AMLO la política se sobrepuso a las consideraciones de prudencia económica. En el afán de cambio se dispuso de recursos que hasta entonces deban confianza y certeza; además, se debilitaron instituciones en todos los ámbitos, con el efecto de que la incertidumbre ganó espacio.
El nuevo mapa del poder contribuyó a incrementar la falta de certeza de derechos, evidente por la eliminación de los órganos autónomos y, principalmente, por la afectación a la legalidad con la destrucción del Poder Judicial y de la Corte como órgano de control constitucional. La permisividad hacia el crimen organizado cobró realidad, ampliando territorios y ratificando impunidad, esto es, la incapacidad del Estado de proveer seguridad y justicia.
El saldo a la vista es que México hoy es diferente, es más débil a pesar de que hay un ostensible fortalecimiento de la institución presidencial con el regreso de un régimen de partido dominante y el sometimiento de los otros poderes.Todo esto ocurre en un entorno muy complicado no sólo por las consecuencias de un cambio que se desentendió de la economía en función de objetivos políticos, también se modificó el mundo con el arribo de Trump a la presidencia de EU.
La legitimidad del régimen actual se ha construido en función del pasado. Ciertamente, el sistema democrático presentaba insuficiencias relevantes que generaron descontento social y que llevaron al triunfo de López Obrador. La cuestión es que ese mandato de cambio no solo no resolvió los problemas, sino que alteró las premisas fundamentales de la democracia, cruciales para la certeza de derechos y la autorregulación del sistema de gobierno. La herencia más notable es que llegó la incertidumbre y llegó para quedarse. Eso es tanto o más grave que las manifiestas veleidades de nuestro mayor socio comercial con el que tendremos que negociar el futuro.