Control de Daños | Aeropuertos en México, avances y desigualdad

Irene Muñoz

Por: Irene Muñoz

Ayer, el Grupo Aeroportuario del Pacífico (GAP) ha anunciado una inversión histórica de 52 mil millones de pesos para modernizar y expandir los 12 aeropuertos que administra en México. Se trata de un esfuerzo sin precedentes que promete fortalecer la conectividad, mejorar la infraestructura y consolidar a estos aeropuertos como motores de desarrollo económico y turístico. Sin embargo, más allá de la magnitud de la inversión, es importante analizar el impacto real que tendrá en el sistema aeroportuario del país y los retos que aún persisten.

Este plan de modernización contempla una expansión del 50% en la capacidad de las terminales, un 45% en puntos de inspección y una ampliación del 25% en las plataformas para aeronaves. Aeropuertos estratégicos como Guadalajara, Tijuana y Puerto Vallarta verán un crecimiento sustancial en su infraestructura. En el caso de Guadalajara, se construirá una nueva terminal de 69 mil metros cuadrados, lo que aumentará su capacidad en un 73%, mientras que en Puerto Vallarta la ampliación será del 132%, duplicando su capacidad actual. Estos proyectos permitirán atender a un mayor número de pasajeros y mejorar la eficiencia operativa, lo que sin duda es una excelente noticia para la competitividad aérea del país.

Sin embargo, esta modernización deja abierta una pregunta clave: ¿qué pasa con el resto del sistema aeroportuario mexicano? Mientras GAP invierte en sus aeropuertos concesionados, otras terminales de gran relevancia, como el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), siguen enfrentando problemas de saturación, infraestructura deteriorada y una modernización que avanza con dificultades. Aunque el modelo de concesión permite que GAP enfoque sus recursos en los aeropuertos bajo su administración, la conectividad aérea en México no puede depender únicamente de inversiones privadas. Se requiere una visión integral que contemple el fortalecimiento de otros aeropuertos estratégicos, especialmente aquellos que, aunque no sean los más rentables, son clave para el desarrollo de sus regiones.

Otro aspecto fundamental es el beneficio que esta inversión representará para los pasajeros. En México, las tarifas aeroportuarias (TUA) están entre las más altas de América Latina, lo que genera dudas sobre si estas mejoras en infraestructura se traducirán en una mejor experiencia para los usuarios. La expectativa es que este crecimiento no solo permita operar más vuelos y atender a más pasajeros, sino que también se refleje en procesos más ágiles, tiempos de espera reducidos, instalaciones más cómodas y, en el mejor de los casos, tarifas más competitivas.

Además, GAP ha destacado su compromiso con los más altos estándares de sostenibilidad, un punto crucial en un contexto en el que la aviación enfrenta crecientes presiones para reducir su impacto ambiental. La pregunta es cómo se materializará esta promesa en la práctica. A nivel global, los aeropuertos están evolucionando hacia terminales más eficientes energéticamente, con mayor uso de energías limpias y estrategias para minimizar su huella de carbono. Será importante conocer si este enfoque se aplicará de manera real y efectiva en la expansión de GAP o si la sostenibilidad quedará en segundo plano frente a la necesidad de crecimiento y rentabilidad.

Sin duda, esta inversión marca un hito en la industria aeroportuaria mexicana y representa un paso importante en la modernización de la infraestructura aérea del país. Sin embargo, el verdadero éxito de este plan no se medirá solo en cifras, sino en la manera en que se traduce en beneficios concretos para los pasajeros y en una mayor conectividad para todas las regiones de México. El reto es asegurarse de que este crecimiento sea equilibrado y que la transformación del sector no solo fortalezca la rentabilidad de los aeropuertos concesionados, sino que también contribuya a un sistema aeroportuario más eficiente, accesible y sostenible para todos.

 

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