+ Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo Emérito de SCLC
HECHOS
Insistí en hablar personalmente con el líder local de un grupo armado dedicado a la extorsión, con quien ya había conversado brevemente en forma circunstancial, cuando me lo encontraba por la calle; fue hasta mi tercera insistencia que me recibió, con guaruras cuidándolo permanentemente junto a su casa. Le invité a cambiar de vida, pero no me hizo caso. Ya no vive entre nosotros, desde que hay una presencia cercana y reciente del ejército, de la Guardia Nacional y de policías estatales, que pusieron un destacamento a quince minutos. De cuando en cuando regresa, cuando sus halcones le avisan que no hay ejército cerca, como para recordarnos quién manda aquí. Esas personas no entienden buenos consejos de sus papás y abuelitas, menos la Palabra de Dios; lo que les hace retraerse un poco es la acción militar en su contra. ¿Abogamos por balazos? No. Quisiéramos que los criminales aceptaran un consejo y dejaran de hacer daño a la población; pero sólo la actuación enérgica del gobierno puede proteger a la comunidad.
Los obispos del Estado (Provincia, Departamento) de Guerrero se reunieron con los líderes de dos grupos armados que operan en esa región, para invitarles a dejar las armas y no causar más perjuicios a los pobres. No aceptaron; sólo hicieron el compromiso entre ellos de respetarse sus territorios, cobrando el derecho de piso a diferentes sectores de la población, un grupo a los que tienen un puesto en el mercado municipal, y el otro a los transportistas. Con buenos consejos no cambian su acción criminal; sólo la presencia y la acción militar los contiene. ¿Abogamos, repito, por balazos? No. Pero si el ejército no actúa para contenerlos, no hay quien los detenga. La población está inerme ante el poderoso armamento de esos grupos y sólo una acción más fuerte del Estado los puede reprimir. Ya se está viendo un cambio en la estrategia del gobierno federal actual, que ojalá tenga mejores resultados, pues la del sexenio anterior fue contraproducente.
Pedí hablar con responsables de cuidar nuestros bosques junto al Nevado de Toluca, para ver cómo podrían detener la tala ilegal de árboles, porque los grupos criminales obligan a los campesinos a vender una buena cantidad de pinos, por ejemplo, por tres millones de pesos; de esa venta, hecha sin autorización oficial, al grupo armado deben entregarle una tercera parte. Los campesinos nada pueden hacer ante el poderoso armamento de los taladores; ¿quién controla a estos y evita esa criminalidad? ¿Cómo se les puede detener, si no es con la fuerza militar y policiaca del gobierno? ¿Abogamos, insisto, por balazos? No. No queremos que haya más muertos, pero alguien debe someter a los criminales y defender a los pueblos y sus montes.
ILUMINACION
El Papa Francisco, en el Jubileo de las Fuerzas Armadas, Policías y Guardias de Seguridad de todo el mundo, reunidos en su Misa en la Plaza de San Pedro, les dijo:
“A ustedes se les confía una gran misión, que abarca múltiples dimensiones de la vida social y política: la defensa de nuestros países, el compromiso por la seguridad, la custodia de la legalidad y la justicia, la presencia en las penitenciarías, la lucha contra la criminalidad y las diferentes formas de violencia que amenazan con alterar la paz social.
Están llamados a tener una mirada atenta, que sepa captar las amenazas al bien común; los peligros que se ciernen sobre la vida de los ciudadanos; los riesgos ambientales, sociales y políticos a los que estamos expuestos. Sus uniformes, la disciplina que los ha forjado, la valentía que los distingue, el juramento que han hecho, son todas cosas que les recuerdan qué importante es no sólo ver el mal para denunciarlo, sino también subir a la barca durante la tormenta y comprometerse para que no haya un naufragio, con una misión al servicio del bien, de la libertad y de la justicia. El estar siempre de parte de la legalidad y de parte de los más débiles, es para todos nosotros una lección. Esto nos enseña que el bien puede vencer a pesar de todo; nos enseña que la justicia, la lealtad y la pasión civil hoy siguen siendo valores necesarios; nos enseña que podemos crear un mundo más humano, más justo y más fraterno, a pesar de las fuerzas contrarias del mal.
Les agradecemos cuanto hacen, en ocasiones arriesgando sus propias vidas. Gracias porque nos ofrecen su protección y nos alientan a seguir nuestra travesía. Pero también quisiera exhortarlos a no perder de vista el fin de su servicio y de sus acciones: promover la vida, salvar la vida, defender la vida siempre. Les pido, por favor, que vigilen. Vigilen contra la tentación de cultivar un espíritu de guerra; vigilen para no ser seducidos por el mito de la fuerza y el ruido de las armas; vigilen para no contaminarse nunca por el veneno de la propaganda del odio, que divide el mundo en amigos a los que defender y enemigos a los que combatir. Sean, en cambio, testigos valientes del amor de Dios Padre, que quiere que seamos todos hermanos. Y, juntos, caminemos para construir una nueva época de paz, de justicia y de fraternidad.
Extiendo mi saludo a todos los militares del mundo, y quisiera recordar la enseñanza de la Iglesia a este respecto. Dice el Concilio Vaticano II: ‘Los que, al servicio de la patria, se hallan en el ejercicio, considérense instrumentos de la seguridad y libertad de los pueblos’ (GS 79). Este servicio armado debe ejercerse solo en legítima defensa, nunca para imponer el dominio sobre otras naciones, siempre respetando las convenciones internacionales en materia de conflictos y, antes aún, en el respeto sagrado de la vida y de la creación”.
ACCIONES
Hagamos oración por nuestras autoridades, para que encuentren la forma de controlar y evitar estos daños a la población que está inerme. Y, si nos es posible, hablemos de esto con las autoridades correspondientes, para que asuman su deber de cuidar al pueblo.