Revisar las actuaciones de algunos mandatarios en distintos rincones de América Latina bien resulta entretenido, aburrido o inesperado; cualquier cosa puede pasar, de hecho la política nos ha llevado a un show construido que nos regala asombro o sonrisas, nos deja decepciones o desesperanza.
Se ha hecho costumbre la acción del “zapping”: cambiar de canal de forma repetida para evitar anuncios publicitarios y ser selectivos a la hora de escoger contenidos. Todo es muy ágil y con efectos cortos: deslizando el dedo índice sobre la pantalla de un móvil, aparentemente tenemos el control, ellos por su parte, hablo de los creativos dirigentes, deciden hacer política y si bien se perturban o no, saben que la difusión masiva de mensajes, cubre de todo y para todos los gustos.
Escándalos, comedia, canibalismo, traiciones y desengaños, insisto, hay de todo, lo más simpático, los productores cada puesta en escena, están absolutamente convencidos que la gente les cree, sin darse cuenta que ya nos dimos cuenta.
La sociedad política de hoy se ha concentrado en el espectáculo: dominio de los medios, personificaciones, dramaturgia, eventos multicolor, en fin, todo hace parte de la industria de la comunicación al alcance de un clic, “si parece, ya es”.
Sin juicios de valor, cabe destacar que se vale comunicar, ahora, el problema comienza cuando en el afán de decir cualquier cosa todo sale mal, pueden pasar del anonimato al desprestigio o la gente termina dándose cuenta que los montajes son cortinas de humo para ocultar negras intensiones.
El mensaje marca ACME, esa misma que hizo popular el desacierto del coyote detrás del correcaminos, les justifica, nos ven como idiotas y eso les convierte en más idiotas que nosotros.
“Un show sobreactuado no tiene gracia, ni consigue el objetivo, ni representa lo que las personas esperaban de un gobierno”.
Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político