Raúl Contreras Bustamante
Aseguraba Carlos Marx, en su obra El 18 Brumario de Luis Bonaparte, que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen dos veces: una como tragedia y otra vez, como farsa.
La reflexión viene al caso porque el pasado 20 de enero, Donald Trump tomó posesión —por segunda ocasión— como el presidente número 47 de la historia de Estados Unidos de Norteamérica. Debido a la connotación de su actuación, vale la pena reflexionar acerca de las implicaciones que para nuestro país tendrá dicha asunción, pues la relación entre nuestros países es tan estrecha que vale la pena explorar las posibles consecuencias del retorno al poder del inquilino de la Casa Blanca.
Desde u primer discurso y seguido por la firma de una serie de órdenes ejecutivas, Trump ha puesto en la mira —como tema de atención prioritaria— a México.
Ha llevado a cabo una declaración de emergencia nacional en la frontera sur, lo cual cambia por completo la situación legal y política de los migrantes, quienes dejan de ser personas en movilidad, para convertirse en objetivos que —de manera supuesta— amenazan la seguridad nacional de aquel país. Existen datos que señalan que tan sólo en 2023, 579 mil mexicanos buscaron cruzar la frontera de manera irregular.
Existe la amenaza manifiesta de llevar a cabo deportaciones masivas, lo cual ha comenzado con la emisión de una de las órdenes ejecutivas firmadas. El Departamento de Seguridad Nacional de aquel país estima que hay cerca de 14 millones de inmigrantes indocumentados.
Por otra parte, una más de las primeras acciones del mandatario ha sido la declaración de los cárteles de narcotráfico mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras. Este punto despierta especial preocupación dentro de nuestro país, pues puede ser el fundamento de acciones intervencionistas en nuestro país, bajo el pretexto de combatir los riesgos para la seguridad nacional de Estados Unidos.
Con una relación económica en la cual 83% de nuestras exportaciones tienen por destino Estados Unidos y que 40% de las importaciones provienen de ese país, el anuncio de la posible imposición de aranceles hasta de 25% preocupa bastante. Sobre todo, si recordamos que en 2024 la integración económica de la región representó 29% del PIB mundial.
Escuché hace poco a un diplomático de carrera decir que: “La mejor política exterior, es la política interior”.
Esto se podría interpretar como que con independencia a los ataques y amenazas de Trump, nuestro país debe establecer políticas públicas e invertir recursos en mejorar la seguridad dentro del país; disminuir las tasas de homicidios que rondan en más de 80 personas diarias, y a combatir a los grupos delincuenciales que se han apoderado de zonas extensas de nuestro territorio.
De la misma manera, el gobierno deberá configurar una política pública firme y clara en materia de migración, para esclarecer cual será la postura de nuestro gobierno en este tema tan sensible para evitar confrontaciones con el poderoso vecino del norte, que intimida con imponernos aranceles comerciales como sanción por la falta de control en materia migratoria y por el trasiego del fentanilo.
Serán cuatro años complicados para las relaciones de México y Estados Unidos, sin embargo, deberán ser llevadas con astucia, inteligencia y mediante la adopción de decisiones firmes. Sólo la razón de las ideas y acciones podrá evitar el fuego de la provocación y la confrontación.
Como Corolario, la idea de Yuval Noah Harari respecto de las visiones imperiales: “Si un gobernante goza del mandato, está obligado a extender la justicia y la armonía al mundo entero”.