Paz y Reconciliación | Crisis de Vocaciones Sacerdotales, claroscuros

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En este inicio de Año Jubilar convocado por el Papa Francisco, sería conveniente que las iglesias diocesanas y las congregaciones religiosas reflexionen sobre “El Modelo de Sacerdote” que laicos y jerarquía queremos para nuestra iglesia de hoy y de los años por venir.

Hay muchas razones para plantearnos si el camino por el que vamos como Iglesia nos acerca a las comunidades y si se está generando testimonios importantes que desemboquen en nuevas vocaciones para atender la demanda de los católicos en México. Tal vez, a juzgar por el número de fieles y la insuficiencia de vocaciones sacerdotes es momento de hacer un diagnóstico profesional objetivo y hacer algunos cambios en la formación y la proyección de los nuevos pastores.

El fenómeno de la crisis de vocación sacerdotal tiene varias décadas y es multifactorial. Incluso hay quienes piensan que hay que cambiar de paradigma no solo en la formación sino en la orientación de los nuevos liderazgos de la Iglesia: más comunidad y menos jerarquía.

Para tener una idea del problema que por venir: en México, el 78% de la población (98 millones de personas) son católicos según el INEGI y son atendidos por 17 mil 449 sacerdotes en 6,744 parroquias y 7,169 centros pastorales. Apenas existe 17 mil 706 seminaristas en 145 seminarios (73 seminarios mayores y 72 seminarios menores). Se estima. Que en los 7-8 años de formación sacerdotal deserta el 50 por ciento, sobre todo en los primeros años.

Los eclesiólogos y sociólogos de la religión explican que una causa de la falta de candidatos al sacerdocio es porque el mundo ya cambió, el proceso de “secularización”, es real, esto es por el abandono progresivo del peso que la religión y que la iglesia tenían en la sociedad.

Coinciden en que la sociedad actual no es menos creyente que la de siglos anteriores: las creencias, la fe y la necesidad del ser humano de encontrar sentido a su existencia no han desaparecido; solo que los “ofertas religiosas” se han diversificado y secularizado.

El Papa Benedicto XVI, cuando era cardenal Ratzinger, identificó el menor tamaño de las familias y el cambio de prioridades familiares como la causa de la escasez de sacerdotes católicos.

Hay muchos claroscuros que explican la falta de vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada; causas que tienen su origen en explicaciones, sociológicas, económicas, culturales o religiosas, como aquellas que se argumentaban que entre más rural, pobre y con una oferta cultural insuficiente, habría más vocaciones; lo cierto es que muchos de estos parámetros se rompieron.

Hay quienes señalan como causa importante de falta de vocaciones los escándalos institucionales de la Iglesia, la falta de testimonio de sus miembros y una jerarquía más cercana a los poderosos y no enarbolando causas sociales en favor de los más pobres.

Tres ejemplos de “éxito” del trabajo en la promoción vocacional y sacerdotal son las arquidiócesis de Monterrey, Guadalajara y Morelia, las cuales tienen hasta 10 y 12 ordenaciones sacerdotales por año, con un número de seminaristas que rebasa los 200 en formación. Me sorprendió el trabajo que Don Ramón Castro hace en su seminario de Cuernavaca, pese a que es una diócesis pequeña tiene más de 100 seminaristas.

Pero hay casos como la arquidiócesis de la CDMX de Carlos Aguiar en que el número de seminaristas no pasa los 50 miembros. En el seminario de Tampico son un promedio de 25 jóvenes, en Lázaro Cárdenas 18 en una formación de 7 años, en Acapulco, Apatzingán y Neza hay generaciones de 1 seminarista por año.

Otro caso de éxito en una comunidad religiosa es caso de los Legionarios de Cristo, con todo y la crisis del Padre Maciel, el año 2022 terminó con 1,338 Legionarios: 4 obispos (sin variación), 993 sacerdotes (+14 respecto al año anterior), 281 religiosos en formación (-47) y 59 novicios (-14). Una variación de -3% de miembros respecto al año anterior.

A nivel de Conferencia Episcopal Mexicana, la falta de vocaciones en una preocupación de todos los obispos y un problema serio a resolver en el corto plazo.

Hay voces en la Iglesia Católica que plantean cambiar el modelo de formación sacerdotal y
no debe durar 7-8 años, que la celebración del sacramental se debe abrir a hombres y mujeres casados, que las comunidades deben ser más autogestivas para que no haya católicos sin que reciban los sacramentos (como lo narra la Biblia). Tal se requiere una Iglesia más horizontal que vertical.

Tal vez debemos transitar hacia la formación y participación de laicos y sacerdotes con una presencia más fuerte de las comunidades eclesiásticas, menos dirigidas desde la jerarquía pero en consonancia con los primeros cristianos y, en suma, más evangélica. Necesitamos una Iglesia
y comunidades más amorosas y participativas, menos poderosas; más humana y menos “divinas”.