La literatura frente al ecocidio: narrar la naturaleza
La literatura contemporánea ha encontrado en la crisis ecológica un terreno fértil para la reflexión. En su intento por explorar el vínculo entre la humanidad y la naturaleza, diversos autores abordan el conflicto entre el progreso humano y la conservación de los ecosistemas. Desde la crónica hasta la ficción, estas obras ofrecen un panorama que mezcla el pesimismo, la fascinación por la vida y la posibilidad de construir nuevas formas de convivencia.
La crónica como testimonio del desastre
Joseph Zárate, en Guerras del interior (2019), narra el impacto devastador de la explotación de recursos en Perú. Dividido en capítulos titulados madera, oro y petróleo, el libro documenta cómo la industria arrasa con territorios considerados “vacíos” en los mapas, desconociendo que son hogar de comunidades indígenas y defensores del medio ambiente.
Zárate combina rigor periodístico y sensibilidad literaria para exponer cifras alarmantes: el 80% de la madera comercializada en Perú proviene de tala ilegal, y siete de cada diez conflictos sociales están relacionados con la explotación de recursos naturales. Pese al tono sombrío, la obra también maravilla al lector con datos sorprendentes, como que todo el oro extraído en la historia cabría en solo cuatro albercas olímpicas. Este contraste entre asombro y desasosiego convierte al libro en un llamado urgente a replantear nuestra relación con el planeta.
La mirada autobiográfica y el humor de Cota Hiriart
En Fieras familiares (2022), Andrés Cota Hiriart comparte su relación personal con animales en peligro de extinción, especialmente reptiles. Dividido entre su infancia y adultez, el libro muestra a un autor que, desde niño, coleccionaba y estudiaba especies con la minuciosidad de un naturalista, mientras que de adulto recorre el mundo con la misma curiosidad.
Cota Hiriart utiliza el humor para abordar temas complejos. Relatos como el intento de su boa por devorarlo contrastan con reflexiones sobre la extinción masiva de especies. Aunque el autor no elude sus contradicciones, como su participación en el tráfico de especies o en el turismo depredador, el libro destaca por su capacidad para equilibrar lo conmovedor con lo hilarante.
Ficción y denuncia: nuevas formas de narrar el ecocidio
Rodrigo Rey Rosa y Juan Cárdenas, desde la novela, exploran el impacto de las empresas en comunidades y ecosistemas. En El país de Toó (2018), Rey Rosa imagina una comunidad maya autogestiva que enfrenta conspiraciones políticas que reflejan la realidad de muchas zonas explotadas. Por su parte, en El diablo de las provincias (2017), Cárdenas presenta a un biólogo que regresa a su ciudad natal para descubrir un entorno dominado por el monocultivo de palma y experimentos científicos oscuros.
Ambas novelas, aunque distintas en estilo, coinciden en su denuncia de las prácticas empresariales y en la creación de atmósferas inquietantes. Rey Rosa apuesta por una narrativa más directa, mientras que Cárdenas explora la paranoia y el absurdo inherentes a la relación entre naturaleza y humanidad.
Experimentar la naturaleza desde otra perspectiva
En Solo un poco aquí (2023), María Ospina Pizarro asume el desafío de narrar desde el punto de vista de los animales. Relatos protagonizados por perras, escarabajos y puercoespines eluden las moralejas tradicionales y se enfocan en el impacto del contacto humano en sus vidas. La prosa de Ospina Pizarro invita al lector a ver el mundo desde una mirada no humana, logrando un ejercicio literario atrevido y conmovedor.
Efrén Giraldo, por su parte, explora la relación entre plantas y seres humanos en Sumario de plantas oficiosas (2024). Este conjunto de ensayos, escritos durante la pandemia, divaga entre la botánica y la autobiografía, mostrando cómo las plantas han viajado y colonizado territorios junto con los hombres. Aunque a veces pierde fuerza por sus constantes digresiones, el libro ofrece un espacio de reflexión sobre el papel de la naturaleza en nuestras vidas.
El apocalipsis climático y la literatura como testigo
La cubana Elaine Vilar Madruga lleva la imaginación climática al extremo en El cielo de la selva (2024). Aquí, la naturaleza se presenta como una fuerza cruel y divina que, lejos de ser víctima pasiva, toma un papel activo y despiadado en su relación con los humanos. Esta obra destaca por proyectar el cambio climático como un fenómeno no solo destructivo, sino también profundamente transformador.
Un llamado desde las páginas
Las obras mencionadas no solo narran la destrucción de la naturaleza, sino que invitan a cuestionar la relación utilitaria y destructiva que mantenemos con ella. La literatura, incluso desde sus fracasos al intentar escapar de lo humano, se convierte en un espejo de nuestras contradicciones y en un vehículo para imaginar futuros más sostenibles. En un mundo en crisis, estas narrativas ofrecen un espacio para el asombro, la reflexión y, quizás, la esperanza.