Por Azul Etcheverry
El viaje de la comunidad migrante nunca acaba y nunca deja de ser complejo. Comenzando con ser arrancado de las raíces para adentrarse en un viaje de incertidumbre donde no se sabe, no solo que va a suceder al siguiente día, sino sí la vida se va a poder conservar. Un cruce que casi siempre supone condiciones infrahumanas o una carrera de adrenalina y peligros inimaginables.
Cuando al fin se llega a territorio vecino, las complicaciones, lamentablemente, no acaban ahí, ahora hay que abrirse paso para llegar a algún lugar donde se puedan asentar y lidiar con miles de barreras para encontrar un trabajo, rentar o abrir una cuenta de banco , no hablemos de ir al médico o hacer algún trámite, entre no conocer la dinámica de estos procesos en un país diferente, sumado a la barrera del idioma, resulta en un verdadero viacrucis para los migrantes.
Además de todas esas vicisitudes, no olvidemos que, en muchas ocasiones, ellos tienen que cargar con el peso de una sociedad ignorante que los llama “ilegales” y con el racismo de aquellos que temen a lo que es diferente o simplemente no saben que ese país, históricamente, fue tejido y levantado por migrantes.
Incluso aún para aquellos que ya llevan décadas en Estados Unidos, la cosa no se vuelve sencilla, y es que hay una barrera que aún con el paso de los años es difícil de pasar, la del idioma. Podemos decir con orgullo que gran parte de la comunidad migrante, especialmente la mexicana, no sólo emigra, trabaja y vuelve, sino que logran echar raíces e incluso se convierten en dueños de un importante porcentaje de las pequeñas empresas, sin embargo, muchos de ellos fracasan por no entender las interacciones con las autoridades de salubridad, seguridad o algún otro aspecto relacionado con la tenencia de un negocio.
En la ciudad de Filadelfia, por ejemplo, hay un registro de policía con más de 1,600 solicitudes de interpretación al español, más de 39,000 llamadas al 911 con la misma necesidad. De 2021 a 2024, el idioma español ha sido el idioma más solicitado con más de 40,000 peticiones, el segundo lugar es el chino con apenas 4,128.
No se trata de solo hablar de números, de la cantidad, de cuanto es requerido que en una de sus principales ciudades, más dinámicas y con la etiqueta de dar la bienvenida a todos, se hable español, sino del costo. Para algunos puede significar cerrar un negocio, pero para otros pudiera ser sinónimo de perder la vida. No se habla de ser un lugar que hable varios idiomas, se habla de hacerlo en español, particularmente.
El contraste de enfoques va a ser por demás interesante en los 4 años siguientes en Estados Unidos, mientras la comunidad hispanohablante seguirá creciendo y las ciudades importantes tienen en su agenda el poder tener mejores acercamientos y servicios para ellos por el dinamismo que añaden a sus economías, veremos si un, aunque agresivo, simple discurso anti migrante, logra abrirse paso frente a una realidad innegable, la de decir “en español, por favor”.