Por: Raúl Contreras Bustamante
El pasado martes ocurrieron dos cosas muy importantes para el futuro de México. En primer lugar, la desestimación de la Suprema Corte del proyecto presentado por el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá y, horas más tarde, el contundente triunfo electoral de Donald Trump. La correlación entre estas dos variables amerita una reflexión predictiva.
Ante la falta de los votos suficientes dentro del pleno de la Corte para declarar la inconstitucionalidad de algunos preceptos de la reforma para transformar al Poder Judicial, todos sus alcances quedaron firmes.
Debido a la falta de unidad y sentido de pertenencia entre algunos de los integrantes del pleno de la Corte, se desechó el último recurso para corregir algunos elementos de la reforma; así como la oportunidad para sentar un nuevo precedente judicial que permitiera poder revisar las reformas constitucionales, cuando éstas vulneren las llamadas por la doctrina: decisiones políticas fundamentales del Estado.
Aunque resta saber si habrá en el futuro algún pronunciamiento por parte de la Comisión y de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, respecto a la inconvencionalidad de dichos preceptos, eso no podrá detener la elección popular de los ministros, magistrados y jueces de distrito en junio próximo.
Habrá ahora que enfocar la atención en la disposición —en el próximo Presupuesto de Egresos— de los recursos financieros importantes que ha solicitado el INE para organizar el proceso electoral, la adecuada selección de candidaturas, la transparencia y equidad de las campañas de proselitismo, la necesaria promoción para procurar una importante participación ciudadana, así como elecciones claras e inobjetables.
Por otra parte, la reelección de Trump registró al día siguiente de los comicios, 277 votos electorales a su favor, contra 224 de Kamala Harris, con 51% de los sufragios. Conviene advertir que sólo necesitaba 270 para alzarse con el triunfo.
Esta victoria electoral es un fenómeno de sumo interés para la academia, pues requiere de un análisis sociológico profundo.
No resulta sencillo explicarse cómo la otrora ejemplar democracia norteamericana volvió a posibilitar que una persona con antecedentes delictivos, acusaciones de un intento golpista cuando perdió hace cuatro años y poseedor de un discurso tan radical, haya arrasado en las urnas a la candidata del gobierno en funciones.
De acuerdo con las primeras encuestas, Trumpfue preferido por el voto de los latinos, las mujeres blancas y los jóvenes. El Partido Republicano obtuvo mayoría en las Cámaras de Diputados y Senadores del Congreso, así como en las gubernaturas; lo cual suma al que con anterioridad ya tenía en la Suprema Corte.
Parece que los tres temas de campaña que le generaron apoyo ciudadano mayoritario fueron: contener la migración, combatir el narcotráfico —en especial el fentanilo— y generar bienestar familiar con la generación de empleos para los propios norteamericanos. Y resulta que todos tienen una íntima relación con México y van a ser determinantes en las futuras relaciones entre ambos gobiernos.
Claudia Sheinbaum y Donald Trump —a partir del próximo 20 de enero— tendrán una correlación entre dos variables muy similares, puesto que ambos llegan con un respaldo popular y político muy importante.
El escenario pareciera conveniente para esperar un trato respetuoso y comedido entre ambos, que permita enfrentar de manera conjunta todos los problemas que han surgido de una relación vecinal y comercial intensa y compleja, pero, al mismo tiempo, tan fructífera para ambas naciones.
Como Corolario, la frase del genial Gabriel García Márquez: “No tenemos otro mundo al cual podernos mudar”.