Por: Raúl Contreras Bustamante
En días pasados, tuvo verificativo un Curso Internacional de Alta Especialización convocado por las Universidades de Bari, Italia y la de Buenos Aires, para tratar El control constitucional y la interpretación con la inteligencia artificial (IA), donde se desarrollaron estos temas de gran actualidad.
La convocatoria de maestros y alumnos reunió a juristas de España, Italia y de un buen número de países latinoamericanos que aportaron sus conocimientos y experiencia en la aplicación de al IA en la impartición de justicia.
Se calificó a la aparición de este desarrollo tecnológico como una cuarta revolución industrial, de la misma importancia y dimensión que el descubrimiento del vapor, la electricidad, el internet y ahora la IA.
Una corriente de opinión coincidente entre distintos ponentes, es que la IA debe ser considerada como una herramienta auxiliar en las tareas de impartición de justicia, sin que deba tener por objeto emitir fallos.
Es una forma **heurística —entendiéndola como el arte de inventar— es decir, la búsqueda de estrategias, métodos y criterios que permitan resolver problemas a través de la creatividad y pensamiento divergente o lateral. Pero para ello, hay que tomar en cuenta que la IA no puede ser creativa por sí misma, porque sólo los humanos podemos generar nuevas ideas.
Existen investigaciones que aseguran que un juez dedica 80% de su tiempo a tareas operativas, como revisar expedientes, redactar documentos y gestionar procesos administrativos. La IA debe ser una herramienta que permita que los jueces no tengan que lidiar con esta labor rutinaria que les consume el tiempo, para centrarse en lo importante: impartir justicia.
En otro sentido, hubo quienes se inclinaron por la posibilidad de que la IA pueda ser utilizada para emitir resoluciones y sentencias, ponderándola como un método que elimine la excesiva subjetivación, irracionalidad y arbitrariedad en que a veces incurren los jueces humanos. Además de que bien programada podría impartir resoluciones dotadas de ética, fiabilidad, certeza y predictibilidad.
Sostuvieron que la IA puede hacer que los procesos judiciales sean mucho más eficaces y eficientes, sin la necesidad de meses, incluso años de espera para un juicio, y hacer que la justicia sea más accesible, utilizando un lenguaje menos complicado en sentencias que todos puedan entender, democratizando así el acceso a la justicia.
De igual manera, se analizaron diversos instrumentos internacionales y se coincidió en que la IA puede generar más desigualdad y hasta discriminación social, ya que en diversos países de Latinoamérica existen personas que van a tener que enfrentar esta realidad, incluso desde el analfabetismo.
La velocidad con la que está desarrollándose la IA permite considerar que nada va a detenerla y que llegó para transformar nuestro presente y futuro.
En el seminario se analizó la reforma judicial de México y se manifestó el interés y la inquietud de todos los juristas por el riesgo de que afecte la independencia e imparcialidad de los jueces, y se dijo que es un proceso que puede llegar a contagiar a otras naciones, dada la importancia que nuestro país representa en la región.
En México, parece que no habrá —de manera lamentable— en un periodo de tiempo importante, espacio para la reflexión e inversión pública para desarrollar a la IA en la aplicación de los procesos jurisdiccionales.
Así que la academia deberá seguir haciendo su tarea de generar conocimiento y aprender de las mejores prácticas internacionales.
Como Corolario, la frase de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt: “La única verdad es la realidad”.