Lenguaje inclusivo: presidenta con A
Durante la toma de protesta, hubo una parte del discurso de Claudia Sheinbaum que puso sobre la mesa la relación entre el lenguaje y la cuestión de género. El fragmento en cuestión es: “hago una respetuosa invitación a que nombremos presidenta con A al final, al igual que abogada, científica, soldada, bombera, doctora, maestra, ingeniera con A, porque como nos han enseñado, solo lo que se nombra existe”.
Esto, por supuesto, pone en relevancia la cuestión del uso de la lengua dentro de asuntos de género. Efectivamente, como mencionó la presidenta. “Lo que no se nombra no existe”. Para muchos lingüistas la forma en que hacemos uso de la lengua refleja nuestra visión del mundo. Así pues, si no ponemos nombre a una cosa, si no la dotamos de palabra, entonces la estamos relegando de un marco de importancia discursiva, y por tanto de pensamiento. Incluir ciertos términos dentro de nuestro marco de pensamiento (y de discurso) representa una preocupación, o por lo menos un interés, por las cosas que designan esos términos.
Lo que no se nombra no existe
Ahora bien, decir presidenta con A, o abogada con A, es un ejemplo de lo que muchos han decidido llamar lenguaje inclusivo. Incluir dentro de la discursividad la cuestión de género. El lenguaje inclusivo es una forma de expresión que busca visibilizar y respetar la diversidad de género, evitando términos o expresiones que perpetúen la discriminación o la exclusión de cualquier grupo. Surge en respuesta a la creciente conciencia sobre la importancia de la igualdad y la representación de todas las personas, independientemente de su género, identidad o preferencia sexual.
El lenguaje inclusivo es un paso hacia una mayor conciencia sobre la diversidad y la igualdad. Va más allá de lo gramatical, enfocándose en el respeto y la visibilidad de todas las identidades, lo que lo convierte en una herramienta poderosa en la lucha contra la discriminación.
Aunque su uso no está universalmente aceptado, su adopción creciente en distintos espacios es un reflejo de los cambios sociales en marcha, y es probable que continúe evolucionando a medida que nuestras sociedades sigan debatiendo y redefiniendo la igualdad de género.
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