El aceite de palma, derivada de la planta Elaeis guineensis, ha experimentado un incremento significativo en su producción, pasando de 43 millones de toneladas en 2009 a 79 millones en 2023, según datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos. Este aumento ha consolidado su posición como la grasa más utilizada en la alimentación humana a nivel global.
¿Por qué es tan popular el aceite de palma?
Su versatilidad y bajo coste de producción, junto con su estado sólido a temperatura ambiente, facilitan su transporte y almacenamiento, lo que contribuye a su presencia en una gran cantidad de productos alimenticios. La grasa de palma, al ser más estable, se expone en menor medida a los cambios atmosféricos, lo que la hace ideal para su uso industrial.
A nivel bioquímico, está compuesta por tres ácidos grasos saturados, destacando el ácido palmítico, una molécula de 16 átomos de carbono, que le otorga su solidez característica.
¿Es peligrosa para la salud?
Aunque su uso es extendido, diversos estudios han mostrado que el consumo regular de ácidos grasos saturados, como el ácido palmítico, se asocia con un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares. Investigaciones en modelos animales sugieren una relación directa entre el consumo de palmítico y el desarrollo de aterosclerosis, especialmente en dietas que incluyen alimentos de origen animal ricos en colesterol.
En adición, este tipo de grasa puede influir en el aumento de peso, favoreciendo la hipertrofia de los adipocitos (células grasas) y elevando los niveles de glucosa en sangre.
La interacción del ácido palmítico en el organismo
Cuando la grasa de palma es ingerida, se digiere en el intestino gracias a las lipasas presentes en el jugo pancreático, liberando el ácido palmítico que posteriormente se distribuye por el torrente sanguíneo a los diferentes tejidos. Este ácido graso puede unirse a nuestras proteínas a través de un proceso llamado palmitoilización, que puede afectar diversas funciones biológicas.
Recientemente, se descubrió que el ácido palmítico se une a proteínas como STAT3, incrementando el potencial agresivo de ciertos tumores. Además, la palmitoilización de proteínas también interfiere en la respuesta inmune, reduciendo la efectividad de la inmunoterapia en algunos tipos de cáncer. En otros casos, el palmítico se adhiere a la proteína gasdermin D, desencadenando procesos inflamatorios.
Un reto para la investigación
No todos los individuos responden de la misma manera al consumo de grasa de palma. Las variaciones en la presencia de ciertas proteínas y enzimas que metabolizan el ácido palmítico generan diferentes reacciones entre las personas, creando una distinción entre “respondedores” y “no respondedores”. Esto ha llevado a que la comunidad científica se enfoque en identificar qué individuos podrían consumir esta grasa sin efectos adversos y quiénes deben evitarla.
En conclusión, mientras se avanza en la investigación para determinar quiénes son más susceptibles al impacto del ácido palmítico, algunos expertos ya recomiendan un consumo moderado de grasa de palma, especialmente para quienes presentan factores de riesgo asociados con enfermedades cardiovasculares y metabólicas.
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