Por: Fernando Belaunzarán
A la República se le mueve una patita; literalmente, pende de un senador. Deberían haber sido tres, pero los únicos dos del PRD traicionaron a sus electores antes de asumir posesión. Para rechazar la reforma judicial se requiere que la totalidad de la oposición en el Senado asista a la sesión y vote en contra. Para fines prácticos, una ausencia vale lo mismo que el voto a favor.
El número mágico no lo hemos dejado de escuchar durante una década, dato curioso que a nadie pasa inadvertido: 43 legisladores tienen que cumplir, ni uno menos, resistiendo tentadoras ofertas e ingentes presiones de quienes manipulan instituciones para conseguir objetivos facciosos. Por eso sería heroico que lo lograran.
Si decidieron moderar el fast track, modificando las fechas que habían adelantado para tomarse los tres días reglamentarios en dictaminar la minuta constitucional, no fue por una repentina preocupación de cuidar el proceso parlamentario que, por cierto, siguen atropellando, sino porque les faltaba un senador y no parecen seguros de haberlo conseguido, pues amagan con recurrir a una burda chicanada. Ahora resulta, según Adán Augusto y Fernández Noroña, presidentes de la Jucopo y la Mesa Directiva, que les basta con tener casi las dos terceras partes porque “se redondea hacia abajo”.
Daría risa si no fueran capaces de llevarlo a cabo. En lugar de 86 senadores que habitualmente se han considerado para la mayoría calificada cuando asisten los 128 senadores, advierten de una “interpretación” con la que se logra con uno menos, haciendo trizas la aritmética. En la Constitución no está establecida en términos de números y porcentajes, sino de fracciones, 2/3, es decir, por cada senador que se oponga tiene que haber dos que voten a favor, y el doble de 43 es 86, no 85. Si éste fuera el resultado de la votación y se empecinan en dar la reforma por aprobada, estaríamos ante un acto golpista que, por lo mismo, abriría una crisis constitucional inédita en el país.
Conociéndolo, no dudo que López Obrador prefiera sacar la reforma de esa manera antes que aceptar una sonora derrota política al cierre de su mandato, máxime cuando su sucesora sería la que lidie con las consecuencias. De hecho, se avizora una tormenta perfecta sobre el próximo gobierno y parecen empeñados en atraer más nubarrones. Están haciendo todo para que la desaceleración económica se convierta en recesión y la oportunidad del nearshoring se vaya por la borda, justo cuando las finanzas públicas están exprimidas al máximo, ya no tienen fondos para enfrentar contingencias, cargan con déficit récord y deuda que creció en más de 50%. El riesgo no sólo consiste en espantar inversiones, también en provocar fuga de capitales en un contexto de inestabilidad política e ingobernabilidad.
¿Alguien se extrañaría si, frente a los graves problemas heredados, crece el descontento durante los primeros meses del sexenio que está por comenzar y “espontáneamente” surge el “clamor popular” llamando a que regrese el que se fue? Eso sucedió con Antonio López de Santa Anna, quien botaba la Presidencia y se iba a su rancho de nombre Manga de Clavo, esperando que lo fueran a buscar para resolver los problemas que él sabía que estallarían. Algo similar ocurrió cuando Porfirio Díaz dejó en el cargo a su compadre Manuel González, después de su primer periodo en la Presidencia.
Lo mejor para el país y, por lo mismo, para Claudia Sheinbaum, es que los 43 resistan y detengan el despropósito, aunque ella no lo sepa, prefiera ser disciplinada, a pesar del gran peso que tendría que cargar o coincida con el líder máximo en que la prioridad es concentrar todo el poder y desaparecer los contrapesos para garantizar la hegemonía de su grupo durante muchos años.
En estas horas críticas, la incertidumbre carcome. El resultado de la votación en el Senado no está definido y el suspenso agrega dramatismo a una decisión que marcará los años por venir. En la víspera, quiero pensar que los senadores opositores lograrán la épica hazaña de concretar el rechazo, Morena aceptará el resultado y se abrirá la posibilidad de reformar por consenso todo el sistema de justicia, respetando la división de Poderes. Soñar es gratis.