Por: Liébano Sáenz
Habrá cambio de gobierno el 1 de octubre y también estará presente la volatilidad macroeconómica, el activismo opositor y la creciente reserva o rechazo dentro y fuera del país
Es probable que el ascendiente de Andrés Manuel López Obrador logre infligir a la Constitución el más grave golpe contra el régimen democrático. Tras la traición de los dos únicos senadores del PRD, ahora solo se requiere un voto opositor en el Senado para acabar con el régimen republicano de división de poderes. Pero, aunque se hiciera el milagro de la lealtad de los 43 senadores de oposición, la robusta mayoría legislativa de Morena da para ir sometiendo al Poder Judicial a través de la futura renovación de la Corte y con la promulgación de leyes inconstitucionales.
La realidad política se impone, pero no solo en su expresión institucional, también en su dimensión social, y esto remite al deterioro del consenso que tuvo el presidente López Obrador. También la realidad se hace sentir por sus consecuencias en la confianza pública. La incertidumbre afecta a todos y de manera inmediata a quienes realizan sus inversiones a partir de la existencia previa de reglas y con un sistema de justicia que las haga valer.
La reforma al Poder Judicial ha llevado a la protesta a los funcionarios que habrán de ser removidos porque así lo contempla la reforma. También se han sumado a la protesta estudiantes y profesores universitarios ignorados por los legisladores y denostados por el Presidente de la República.
Por su parte, los gobiernos de EU y Canadá han manifestado su preocupación por sus implicaciones al acuerdo comercial que compartimos, a la vez que organismos internacionales y acreditados medios internacionales califican la decisión como un paso decisivo al autoritarismo. Parte de esta realidad es la reacción de inversionistas y de los mercados financieros. El peso pasó de ser la moneda más fuerte a la más débil en unas cuantas semanas.
Una postura ideológica como la del Presidente parece desestimar la realidad. Por razones elementales, yo supondría que la Presidenta electa debe tener una importante preocupación. Habrá cambio de gobierno el 1 de octubre, es una realidad. También estará presente la volatilidad macroeconómica, el activismo opositor fuera de las instituciones y la creciente reserva o rechazo dentro y fuera del país. Nada de eso se vivió hace seis años. Claudia Sheinbaum va a recibir un país distinto al que la eligió el 2 de junio.