NINGÚN DICTADOR ES MADURO

Cuando el control absoluto no tolera oposición, acumula poder, auspicia la impunidad, intimida y silencia disidentes, fomenta el culto al ego, impide la libertad de información, difunde propaganda propia censurarando la crítica, enriquece allegados, manipula hechos justificando un régimen y encarcela a todo el que piense diferente, no cabe duda, estamos frente a una dictadura.

Ninguna de las características se queda fuera de la descripción requerida para dar el calificativo de “tirania” a lo que vive Venezuela desde hace más de dos décadas, este país es el claro ejemplo del poder a partir de la opresión, la injusticia y la crueldad.

Tan paradójico es el caso que al frente de tal despropósito antidemocrático está un hombre que no hace honor a su apellido… su falta de respeto e intolerancia a la diversidad de opiniones, lo convierten en la antítesis de un ser humano “maduro”.

No hay duda: inmaduro es el desgobierno venezolano que impide el debate y la expresión de ideas diferentes, inhibe el crecimiento personal, ha estancado la economía, desarrolló una cultura del miedo y auspició el aislamiento internacional, así nada más está dejando un legado de represión y corrupción que puede tardar décadas en superarse.

Ser maduro implica humildad; estabilidad emocional, mental y social, responsabilidad y reconocimiento de errores, comprender las perspectivas de los demás, adaptarse a situaciones y cambios de manera efectiva, concertar y ser tolerante ante la frustración; características de las que carece por completo Nicolás Maduro Moros y su grupo de seguidores oficialistas, cada vez más reducido.

La madurez es crecimiento y desarrollo, no está necesariamente ligada a la edad o la ideología, es garantizar la igualdad de derechos y oportunidades para todos, que las personas puedan vivir libres, seguras y con dignidad.

Ser Maduro es salir de donde no eres querido, dejar de resguardarse bajo las enaguas de los poderosos para ser defendido del poder de la gente, reírse de si mismo, acatar los errores propios y saber corregirlos con sabiduría.

Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político