Por Liebano Sáenz
El tiempo transcurre y la Presidencia de la República, en el cambio, puede actualizarse en su organización. Se piensa que es a través del gabinete como el poder presidencial se ejerce. En parte cierto, pero sólo en parte. Los integrantes del gabinete son designados por la Presidenta, pero su funcionalidad requiere, además de experiencia y un determinado perfil profesional, la familiaridad con el sector que atienden. Para ser eficaces deben desempeñar una doble función, articuladores de las decisiones presidenciales y una suerte de emisarios del sector de desempeño hacia la Presidenta.
El presidente López Obrador constituyó una presidencia militante, la que en cierto sentido es contradictoria a su propia naturaleza. Ser militante es defender una causa y un objetivo político particular, ser Presidente, especialmente en su condición de jefe de Estado es instituirse y actuar en función del interés de toda la pluralidad política.
Los nombramientos de la futura Presidenta muestran un mayor acento en el profesionalismo y en la funcionalidad. Esto implica trascender la presidencia militante. Sin embargo, la ocasión permite reiterar sobre la necesidad de modernizar a la Presidencia, con el fortalecimiento de la oficina presidencial. Prácticamente todos los regímenes presidenciales, por excelencia el norteamericano, han realizado este cambio desde hace mucho tiempo y han probado resultados exitosos porque permiten que el gabinete cumpla su responsabilidad de mediación y por la otra que la unidad o cohesión del gobierno se construya desde la oficina del Presidente.
En el modelo norteamericano, en la Oficina de la Presidencia se integra el área para la definición y manejo del presupuesto, también la seguridad nacional y la relación con el Poder Legislativo, entre otras responsabilidades. La manera de dar prioridad a ciertas tareas es con la creación de un área específica que atienda estos asuntos en la oficina presidencial.
Se ha dicho que el gobierno que iniciará en octubre estará mayormente orientado a la eficacia y a los resultados. De ser así, es inevitable cuestionarse sobre la modernización de la Presidencia.