Por: Irene Muñoz
El país nos demostró que muchos vivimos en una burbuja. Esta forma de aislamiento de perspectivas, experiencias y realidades diferentes a las nuestras puede llevarnos a una visión distorsionada del mundo. Este aislamiento puede ser intencional o resultado de factores como el entorno social, el consumo selectivo de medios de comunicación, la movilidad específica y la afinidad ideológica. Las consecuencias de vivir en una burbuja incluyen una comprensión limitada de la complejidad de los problemas sociales y políticos, la incapacidad para empatizar con aquellos que tienen puntos de vista diferentes y la propensión a la polarización y el conflicto.
Ejemplos políticos ilustrativos de este fenómeno abundan. En Estados Unidos, la polarización entre liberales y conservadores, que consumen noticias y contenidos que refuerzan sus creencias sin considerar las opiniones contrarias, es un claro ejemplo. Otro caso es el Brexit en el Reino Unido, donde muchos, tanto a favor como en contra de la salida de la Unión Europea, parecían vivir en realidades completamente separadas, informadas por narrativas opuestas sobre las consecuencias y beneficios del Brexit. Hoy, sin duda alguna, tenemos un nuevo ejemplo: lo ocurrido en la reciente contienda electoral del 2 de junio en México.
En estas elecciones, la polarización y la desinformación jugaron un papel crucial. Muchos votantes, atrapados en sus burbujas informativas y dependiendo de fuentes de noticias que sólo confirmaban sus preconcepciones, formaban parte de grupos sociales y vecinales con las mismas afinidades. Este entorno fomentaba una percepción de realidad distorsionada. El error de hablarse entre ellos y no dialogar fuera de su caja de resonancia generó una desconexión con la realidad externa, creando la falsa percepción de un voto oculto en contra de Morena. La realidad fue que el voto oculto se volcó contra la Alianza, desmoronando la estructura de pensamiento que creía en su existencia.
Vivir en una burbuja política y social genera errores significativos. Políticamente, confiar todo al voto ciudadano puede llevar a la radicalización y a justificar la intromisión del estado en las elecciones con argumentos simplistas como “los de antes eran peor”, “quieren quitar programas sociales”, entre otros más. Estos mensajes, reforzados diariamente en la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador y por los líderes de Morena, polarizaron aún más a la sociedad. En la oposición, el tono de denuncia y desesperación por no ser escuchados llevó a acciones más extremas, que no solo fueron ignoradas, sino que recrudecieron la persecución contra ellos. Esta contienda electoral se tradujo en la más violenta desde la Revolución Mexicana, con asesinatos de candidatos, levantamientos de operadores de la oposición, retiro de patrullas en varias zonas y persecución política.
Además, nuestra burbuja se extendió a los equipos de campaña. Se escucharon campanas de triunfo cuando debían sonar sirenas de alerta para atender a tiempo
los territorios. Muchas encuestadoras, como Massive Caller, La Encuesta, Factométrico, y Campaign & Elections, vendieron sus servicios reportando comportamientos de los electores y avances que resultaron no solo lejanos a los resultados, sino opuestos. Empresas como estas, en un mundo real, deberían desaparecer.
También se encontró una burbuja dentro del equipo electoral. Muchos operadores de los territorios trabajaban para unos y entregaban a sus estructuras a otros, generando campañas costosas y pagadas con traición. La justificación injustificable ha sido señalar a otros y no a los propios, cuando fueron los propios quienes operaron en dos frentes, vendiéndose al mejor postor.
Después de lo visto en los últimos meses y el resultado anunciado por el INE (Instituto Nacional Electoral) y el IECM (Instituto Electoral de la Ciudad de México), así como en los organismos estatales, podemos afirmar que hubo una elección de estado en México. Se invirtió dinero que ningún candidato podría igualar, incrementando y prometiendo nuevas ayudas con programas sociales, violando las reglas, minimizando a las instituciones y usándolas como brazo ejecutor para levantamientos ilegales, siembra de delitos, y presión a ciudadanía y autoridades para conseguir su objetivo. Estos expertos en manipulación premiaron y amenazaron para movilizar a los votantes en las urnas.
Estos personajes que priorizan el bien individual sobre el común, que están en el gobierno y su partido, y que buscan perpetuarse, como lo hicieron cuando estuvieron en el Partido Revolucionario Institucional, tendrán que responder a sus hijos y nietos cuando les pregunten: ¿Qué hiciste el 2 de junio de 2024? La respuesta será clara: Traicionar a México.
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