El satélite EarthCARE de la Agencia Espacial Europea (ESA), que estudiará el papel de las nubes y los aerosoles en la regulación del clima de la Tierra, despegó este martes a bordo de un cohete Falcon 9 desde California (EE.UU).
La misión, con colaboración de la Agencia Espacial Japonesa (JAXA), partió sin contratiempos a las 15:20 hora local (22:20 GMT) como estaba previsto, desde la base de la Fuerza Espacial Vandenberg, según se observó en la transmisión de la web de SpaceX.
El clima terrestre es un sistema de gran complejidad y, entre las piezas que forman ese ‘rompecabezas’, aún queda por establecer con claridad cómo afectan las nubes y los aerosoles (pequeñas partículas como el polvo suspendido en el aire), en el calentamiento y enfriamiento de la atmósfera. Esa será la misión de EarthCARE.
El nuevo satélite, con una vida mínima prevista de tres años, mide 17,2 metros de longitud, pesa 2.200 kilos, cuenta con un panel solar de 21 metros cuadrados y cuatro instrumentos científicos, con los que contribuirá también a una mejor comprensión del cambio climático.
EarthCARE orbitará la Tierra a una altitud de unos 400 kilómetros, la más baja posible para optimizar el uso de sus instrumentos, y sus datos permitirán mejorar las predicciones climáticas y medir mejor el balance energético de la Tierra.
Ese balance es el equilibrio entre la cantidad de energía que llega del Sol y la que sale de vuelta al espacio. Nuestro clima depende de ese equilibrio global.
Aunque los científicos saben que las nubes y los aerosoles desempeñan un papel importantísimo tanto en el enfriamiento como en el calentamiento de la Tierra, sigue habiendo incertidumbre a la hora de contabilizar su influencia exacta en el balance energético y, dada la actual crisis climática, si ejercerán un efecto global de enfriamiento o calentamiento en el futuro.
En la actualidad, las nubes tienen un efecto global de enfriamiento, pero este podría ser menos pronunciado en el futuro, lo que contribuiría aún más al calentamiento del clima.
Los aerosoles son diminutas partículas de materiales tanto naturales como antropogénicos (polvo, sal marina, cenizas volcánicas, contaminantes industriales), cuya principal forma de influir en la radiación atmosférica es actuar como núcleos para la formación de nubes.
Gracias al nuevo satélite, se podrá ver el interior de las nubes para comprender mejor su comportamiento y estructura, se analizará la composición y distribución de aerosoles y nubes, cómo interactúan con la radiación solar y la energía de la superficie terrestre.
Unos datos que servirán para modelizar la interacción de estos parámetros, lo que abrirá la vía a nuevas predicciones sobre el cambio climático basadas en observaciones exhaustivas.
Para todo ello, EarthCARE va pertrechado de cuatro instrumentos: un lidar atmosférico, que proporciona con precisión la distribución y las propiedades de los aerosoles y las nubes; un radar de perfil de nubes, para observar su estructura interna; una cámara multiespectral, y un radiómetro de banda ancha para cuantificar el balance energético.
EarthCARE ha recibido, tal y como manda la tradición de JAXA con los satélites, un apodo, en este caso ‘Hakuryu’ (dragón blanco), que refleja las características distintivas del aparato: el cuerpo blanco y un largo panel solar que recuerda una larga cola.
En la mitología japonesa, los dragones son criaturas antiguas y divinas que gobiernan el agua y vuelan por el cielo, por lo que representa, según la ESA, “una metáfora apropiada para una misión que estudiará las nubes y los aerosoles”.
Un proyecto en el que ESA ha invertido 800 millones de euros (unos 870 millones de dólares), que ha implicado a un consorcio de 75 compañías y unas 500 personas en toda Europa, con Airbus como contratista principal. JAXA es responsable del radar de perfil de nubes, al que destinó unos 52 millones de euros (unos 56 millones de dólares), indicaron recientemente en una rueda de prensa responsables de ambas agencias espaciales.
EarthCARE es la más compleja de las misiones ‘Earth Explorer’ (explorador terrestre) de la ESA, que proporcionan información fundamental para comprender cómo funciona nuestro mundo y el impacto que tiene la actividad humana en los procesos naturales.
Hasta ahora, las misiones Earth Explorer han estudiado, por ejemplo, los vientos, con Aeolus; la humedad del suelo y la salinidad de los océanos, con SMOS; o el campo magnético de la Tierra, con Swarm.
Una vez que EarthCARE esté completamente operativo, los primeros datos llegarán a la comunidad científica a finales de este año o comienzos de 2025.