Por: Raúl Contreras Bustamante
A unos días de que concluyan las más largas y caras campañas presidenciales, llama de manera poderosa la atención la poca atención que merecieron las propuestas en materia educativa de parte de los tres candidatos que aspiran al cargo.
Si bien todos se refirieron de alguna manera a este tema social tan importante, la verdad es que consideraron a la educación como un factor importante para el desarrollo, pero sólo como uno más de ellos.
Nuestra Carta Magna en su artículo 3° dispone que todos los órdenes de gobierno deben garantizar la impartición en todos los niveles educativos, es decir, desde la educación inicial hasta la educación superior.
La relación histórica de la educación con la vida democrática de nuestro país enseña que es el derecho social más trascendente para lograr la igualdad entre las personas; sacarlas en verdad de la pobreza; forjar ciudadanos libres, así como promover el desarrollo nacional.
Organizaciones internacionales de carácter financiero y económico —como la OCDE— ya han aceptado que la educación es el principal elemento para medir el desarrollo y progreso de las naciones, y es una realidad palpable y comprobable que los países más ricos y desarrollados son aquellos que cuentan con los mejores sistemas educativos.
Nadie se comprometió a dedicar mayores presupuestos a la educación, de manera que México esté dentro de los promedios que las naciones desarrolladas dedican a la educación, olvidando que no es un gasto, sino una inversión.
No recuerdo que alguien haya dedicado atención a proponer medidas remediales para lograr que el millón y medio de estudiantes que abandonaron la escuela con motivo de la pandemia, vuelvan a reanudar su preparación.
Nadie quiso correr el riesgo de proponer medidas para mejorar la relación con las organizaciones sindicales de maestros. Parece que ya vemos con normalidad los paros, plantones, tomas violentas de instalaciones, olvidando que mientras hay suspensión de clases, los niños pierden la oportunidad de tener mejor preparación.
Olvidaron comprometerse con la calidad y la excelencia en la impartición de la educación. ¿Será que ya aceptamos que a los niños no se les sigan practicando exámenes y que no vamos a participar de la prueba PISA, para que nadie nos diga en el extranjero lo mal que estamos en materia educativa?
Nadie quiso tampoco decir que van a revisar los estándares de calidad de las “universidades” que se han abierto y que están ofreciendo títulos profesionales a estudiantes con una dudosa calidad.
Olvidaron comprometerse con realizar una cruzada para erradicar el analfabetismo, que todavía es un flagelo que alcanza casi a 5% de los mexicanos.
Sólo por poner un ejemplo, el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa registró que en 2017 el salario promedio por hora de los adultos sin educación básica ocupados fue de 23.9 pesos, mientras que de 61.8 que reciben aquellos con estudios superiores.
Mucho hablaron las “candidaturas” —horrible término utilizado ahora para estar a la moda de la perspectiva de género— del combate a la pobreza, la corrupción, el feminicidio, drogadicción y narcotráfico, la inseguridad, mejorar la prestación de los servicios de salud, y muchos otros tópicos, olvidando que la solución de raíz verdadera a estos problemas está en más y mejor educación.
Como Corolario la frase del dos veces secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet: “No hay problema social que no rescate como raíz recóndita la ignorancia”.