Fernando Belaunzarán
La propaganda es abrumadora, pero la elección se decidirá en las urnas. Hay encuestas para todos los gustos, desde las que hablan de un empate técnico o ponen la diferencia en un dígito hasta las que establecen distancia de cuarenta puntos. Sean domiciliarias, telefónicas, digitales o mixtas, tendrán su prueba de fuego el día de la elección, aunque algunas cuentan con la amnesia de la opinión pública que un día exhibe a las que se equivocaron con amplitud y, al poco tiempo, las vuelven a usar de oráculo.
La posibilidad de error crece cuando las encuestas no se interpretan críticamente y sólo se consigna la intención de voto o se omite el análisis de otros elementos y situaciones que deben ser considerados en una visión integral. Si bien no se puede prescindir de tales instrumentos de medición, es correcto tomar en cuenta otros factores, lo cual, además, permite entender por qué están fallando con frecuencia y por márgenes amplios, así como aproximarse con mayor certeza al probable resultado.
La tasa de rechazo, es decir, la cantidad de ciudadanos que no aceptan ser encuestados está rondando 50%. La mitad no quiere participar en el ejercicio, otra parte se mantiene indecisa y existe el voto oculto que la experiencia dice que beneficia a la oposición. El sector que tiene desconfianza por creer que puede sufrir consecuencias por externar su preferencia, se sentirá más intimidado en las mediciones presenciales y responderá con mayor libertad en las telefónicas, no se diga en las digitales. Además, la inseguridad tiene partes inaccesibles para los encuestadores, tanto por el control territorial del crimen como por la protección contratada de condominios, calles cerradas y complejos residenciales.
En el Estado de México, la mayoría de las encuestas se equivocaron por más de 10% en sus pronósticos, y si no fue aún mayor el error se debió a la baja participación, apenas de 51%. Alejandra del Moral hizo un gran esfuerzo, pero el lastre de un gobernador mal evaluado y plegado al gobierno federal la tuvieron contenida y cargando el costo de ser señalada como la abanderada de la continuidad, lo que desalentó a votantes inconformes con ambas administraciones. Pero ahora, en 2024, el voto de castigo no se va a diluir ni a contrarrestar, al contrario, se va a concentrar y potenciar a favor de la única candidata con posibilidades de vencer al oficialismo: Xóchitl Gálvez.
Es extraño que se acuda poco al antecedente obligado que, por cierto, muy pocas encuestas previeron: el último resultado de la elección federal en 2021. La oposición obtuvo 47% de los votos frente a 42% del oficialismo. Es verdad que a MC le correspondieron siete puntos de esa cifra, pero de cualquier manera se denota lo cerrado de la competencia entre los dos bloques, el inevitable voto útil benefició a la alianza opositora y la merma de votos en Morena respecto a 2018 fue brutal, perdieron más de 10% de lo que entonces obtuvieron, de 44.40% a 34.10%, lo que marca tendencia.
El país no está mejor tres años después y si bien es cierto que la popularidad del Presidente es aprobatoria, alrededor del 53%, el gobierno está reprobado rubro por rubro. El poder del crimen organizado es cada vez más exultante, extendiéndose bajo la zozobra de poblaciones enteras, y la crisis en el sistema de salud pegó duro en el bolsillo de sectores populares y clases medias en el sexenio con menor crecimiento en cuatro décadas.
La resistencia ciudadana de las movilizaciones rosas es síntoma de la creciente inconformidad. Al final del día cada ciudadano decidirá en la mampara entre continuidad o cambio y no es creíble que Claudia Sheinbaum tenga más arrastre que López Obrador. La copia nunca es más potente que el original y el desgaste por el ejercicio de gobierno y los malos resultados es inocultable. Incluso si mantuviera los 30 millones de votos, lo cual se ve difícil, con una participación de 65% del padrón de casi 100 millones de electores alcanzaría para la victoria opositora. Lo saben en Palacio, por eso insisten en jugar sucio, hacer trampa, operar elección de Estado y hacer creer que la contienda es entre tres. Subestiman a los ciudadanos y eso será su perdición.