Por: Vidal Garza Cantú
Sabado 30 de marzo 2024
En 1955, Walter Lippmann, escritor norteamericano, advirtió sobre los problemas que la sociedad tendría si lo que se considera bueno y correcto, es determinado únicamente por el individuo. Su teoría era contundente, el problema básico de la democracia es que las personas toman una decisión antes de definir los hechos, mientras que lo ideal sería recopilar y analizar los hechos antes de llegar a conclusiones.
Sin respeto social, la ausencia de valores y normas morales compartidas nos lleva a la disminución de la confianza social y a sociedades más desequilibradas y autoritarias, como señaló Hannah Arendt, historiadora y filósofa alemana-americana.
Este es el caldo de cultivo para la aparición no solo de políticos populistas y autoritarios, como vemos en el mundo y en México, sino también da licencia para operar en impunidad a los grupos criminales.
La violencia perpetrada por la delincuencia organizada en México ha dejado una profunda huella en la sociedad, afectando la vida de millones de personas. Sus delitos infames se han vuelto eventos comunes y trágicos que generan temor e impotencia.
¿Cómo se entrelaza esta violencia con la polarización política en nuestro País? La presencia de grupos criminales ha minado la confianza en las instituciones gubernamentales, llevando a algunos ciudadanos a buscar justicia por su propia mano. Los trágicos sucesos en Taxco son solo un ejemplo doloroso de esta realidad.
La percepción de corrupción y la impunidad han alimentado una creciente desafección hacia el sistema político, dividiendo a la sociedad en bandos antagonistas. Hoy vemos cómo los amigos del Gobierno gozan de impunidad y protección para robar y actuar negligentemente sin sanción, mientras los servidores públicos honestos y los ciudadanos son abandonados a su suerte.
Nuevo León, uno de los estados más industrializados de México, no ha sido inmune a esta violencia y sospechas de corrupción. La Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) y la Zona Rural han experimentado un preocupante aumento en la criminalidad, exacerbando las tensiones políticas y profundizando la polarización.
En este contexto, el voto se erige como la piedra angular de nuestra democracia. Es la herramienta que nos permite articular intereses, resolver conflictos y construir consensos.
Sin embargo, en los últimos años, hemos observado una disminución en la participación electoral. La inseguridad y las teorías de que esta elección ya está decidida son graves alicientes para no votar.
En el año 2000, la participación ciudadana fue más alta en los estados del norte, mientras que en 2018 fue más alta en el sur. Para este 2 de junio debemos mostrar una participación ejemplar en todo el País.
Es fundamental comprender que cada voto contribuye a la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Así, votar masivamente en las próximas elecciones no solo es crucial, sino que puede considerarse la única salida viable a esta ausencia de valores que padecemos.
Un voto masivo impediría que cualquier candidato obtenga una mayoría abrumadora, obligándolos a reconocer el valor de todas las corrientes de opinión. Además, aseguraría la preservación de la división de poderes, incentivando a los políticos a dialogar y deliberar con sus opositores.
En 2018, solo el 63 por ciento de la población participó en las elecciones. Para superar la apatía y salvar nuestra democracia, necesitamos llegar a más del 73 por ciento. Al acudir masivamente a las urnas, los mexicanos enviamos un mensaje claro: no permitiremos que la violencia y la polarización nos dividan.
El voto es nuestra mejor herramienta contra la delincuencia y la polarización. Al votar, mostramos unidad, rechazamos la violencia y refutamos los discursos divisivos.
Es la única salida para afirmar nuestra identidad como mexicanos, superar la polarización y unirnos pacíficamente más allá de las diferencias políticas porque queremos compartir en unidad los valores cívicos que nos dan identidad.
¡Demostremos nuestra fuerza ciudadana en las urnas!