Los aburridos carecen de emoción o interés, no conectan, hablan demasiado, sus discursos son formales y complejos, pueden llegar a ser tediosos, repetitivos y poco sorprendentes, a menudo este es el problema de algunos políticos cuya puesta en escena es un desastre.
Aún así les votan a pesar del entorno, el aburrimiento del elector, se traduce en la frustración de tener que soportar la sensación según la cual siempre nos hablan de cambios que nunca se concretan, hay
lentitud, resistencia a nuevas ideas y un sistema que no puede hacer difícil la implementación de nuevas experiencias.
De la mano de los políticos a veces conflictivos, enfocados en confrontaciones que opacan su capacidad para discutir ideas constructivas y trabajar en soluciones, todo es tan aburrido que se ha desviado la atención de los temas importantes para crear ambientes negativos que alejan a los votantes.
Así mismo nos enfrentamos a un mercado digital y de redes sociales saturado de contenido, ayer teníamos un muy buen video cada mes, en poco tiempo tendremos muchos buenos videos por hora, así las cosas, el
reto representa que el mensaje llegue, se masifique, se mantenga y trascienda en el tiempo.
Hay demasiadas fotos, videos y textos en línea, hay muchísimo contenido, incluso hay más material que consumidores, es un cambiante escenario retador para la creatividad y simplicidad, hay que salir de contexto y retornar el enganche de terriotorio con tiempo de calidad, más que de cantidad.
No cabe duda, las redes han permitido a los políticos conectarse directamente con los votantes, difundir sus mensajes y recopilar opiniones de manera inmediata, han facilitado la movilización ciudadana y la difusión de información relevante para el debate, sin embargo, han generado el desafío de afrontar la desinformación, la polarización, la privacidad de los datos y el aburrimiento.
Para que la política sea más entretenida, debe apelar a ser cotidiana, anécdótica, interesante y participativa, debe exaltar pasiones, desafíos, evolución y obviar la filosófica
postura de los que dicen nada y hablan mucho.
Por FREDDY SERRANO DÍAZ
Estratega Político