Por: Rafael Olivares García
Para los mexicanos católicos una de las secuelas de la pandemia de Covid 19 lo fue la comunión en la mano, adoptada de forma emergente en todas las iglesias aras de evitar los contagios.
La pandemia se fue, pero no regresó del todo la comunión en la boca y menos aún la comunión de rodillas y en la boca.
Ningún sacerdote puede negarte la comunión en la boca, o de rodillas y en la boca, pero para algunos la comunión en la mano llegó para quedarse y la han establecido como una obligación.
Es por ello que sin radicalizar posicionamientos, considero necesario realizar algunas reflexiones al respecto y que cada quien adopte lo que considere lo mejor para su fe y para la de los demás.
Por principio y como fundamento tenemos que en cada ostia consagrada se encuentra el cuerpo vivo de Cristo. Esa es la fe de los católicos desde los primeros tiempos hasta la fecha.
No un simbolismo, no una conmemoración ni un recuerdo, sino el pan convertido en el cuerpo de Cristo y el vino en su sangre a través de la transustanciación, en un sacrificio incruento desde donde sale el sol hasta el ocaso.
Si no fuera así, si solamente fuera un pan simbólico, no tendrían razón de ser las palabras de Jesús: “Yo soy el Hijo del hombre, y les aseguro que, si ustedes no comen mi cuerpo ni beben mi sangre, no tendrán vida eterna. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre, tendrá vida eterna. Cuando llegue el fin del mundo, yo lo resucitaré. Mi cuerpo es la comida verdadera, y mi sangre es la bebida verdadera” Juan 6:53-59 que escandalizaron a los judíos y a sus mismos seguidores pensando que hablaba de canibalismo o que se había vuelto loco.
El mismo Jesús establece que no es algo simbólico ni conmemorativo, sino real.
Por ello cada vez que pasa el Santísimo en su trayecto del sagrario al altar para la comunión de los fieles y cada vez que regresa del altar al sagrario, todos los católicos se arrodillan.
Por ello para comulgar es necesario estar confesados, libres de pecado, porque es a Cristo mismo a quien se recibe.
Cada vez que un sacerdote o un laico católico pasan frente al altar o se acercan al mismo hacen una genuflexión, porque el altar representa el lugar en donde se manifiesta la presencia de Dios.
Y que es más importante ¿el altar de mármol o la presencia real de Cristo en el altar?
Es Cristo presente lo que le da su valor al altar y si te inclinas ante el altar, más aún deberás hacerlo ante Cristo presente en el pan y en el vino consagrados por el sacerdote.
Un pastor protestante, que no cree en la presencia real de Cristo, exclamaba que si realmente fuera así, el acudiría a comulgar de rodillas desde dos cuadras antes de la iglesia, ante la magnitud de tal acontecimiento.
La parte toral de la misa se encuentra en la consagración de las especies, en el sacrificio incruento anunciado a los fieles por el toque de las campanillas, que nos pone de rodillas para ser testigos del misterio de la transustanciación.
Si hemos caído de rodillas como un símbolo de adoración ante la presencia de Dios ¿Por qué no hemos de recibirlo de rodillas al comulgar?
El sentido común nos dice que es signo de mayor reverencia, respeto y reconocimiento a la presencia real de Cristo el comulgar de rodillas o el hacerlo en la boca, que el tomarlo en nuestras manos. ¿Entonces qué actitud debemos de asumir, la de mayor o la de menor reverencia?
El mismo papa y santo, Juan Pablo II, tomaba la comunión de rodillas y en la boca, como se hizo durante siglos, dado que como el mismo lo dijo: “El tocar las creaciones santas es un privilegio de los ordenados (Dominicae Cenae II) y siendo papa ordenó que no se autorizara en más países el uso de la comunión en la mano. De la misma opinión fue otro papa santo, Sixto I, sólo que este fue cabeza de la iglesia en el año 115.
Otro santo y papa, Pío X, estableció como mecanismo el tomar la comunión de rodillas y en la boca y el doctor de la iglesia, Santo Tomas de Aquino, nos dice que: “Para reverenciar este Santo Sacramento (La sagrada Eucaristía), nada lo toque, salvo lo que está consagrado; así como la Hostia y el Cáliz están consagrados, así lo están las manos consagradas de los sacerdotes, para tocar este Sacramento”. Summa Teológica, Parte III; Q.82, art3, Rep Obj 8.
Una vez terminada la emergencia de la pandemia, usted católico ferviente, puede elegir entre seguir con obediencia las disposiciones y tradiciones de la Iglesia Santa, Católica y Apostólica, que garantizan la honra a Dios presente en el pan y vino consagrados, o bien por mero capricho continuar comulgando en su mano para sentirse bien consigomismo.
Usted tiene la última palabra sobre su postura personal y su propia salvación.