Por: Vidal garza Cantú
Un buen gobierno es exigencia ciudadana y el deber ineludible de los políticos. Sin embargo, las ambiciones desmedidas y los egoísmos de algunos políticos a menudo obstaculizan este ideal. A esto se suma un desprecio generalizado hacia el Gobierno, la administración pública y sus instituciones.
El año 2024 se perfila como un hito en la historia de la democracia mundial. Elecciones están programadas en numerosos países, incluyendo gigantes geopolíticos como Estados Unidos, India, Rusia, la Unión Europea, Indonesia y México.
En total, alrededor de 70 países, que albergan a más de 3 mil 700 millones de personas -casi la mitad de la población mundial- tienen previsto celebrar elecciones presidenciales o legislativas.
Este ciclo electoral tiene el potencial de reconfigurar el escenario geopolítico. Basta considerar posibles eventos como el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, una tercera victoria consecutiva en Taiwán de candidatos que China considera hostiles, o un fuerte auge de la ultraderecha en la Unión Europea, para comprender que el próximo año será crucial para la democracia global.
La calidad democrática está en juego a nivel mundial. Muchas sociedades se vuelven más frágiles, las garantías democráticas se debilitan y el terreno de competencia se inclina a favor de quien detenta el poder.
México no es la excepción y debe convertir las próximas elecciones, las más grandes de su historia, en su principal tarea ciudadana.
Para ello, es necesario entender qué es un buen gobierno. Según el Banco Mundial, se trata de uno que tenga una gestión política transparente y previsible, una administración profesional, un Poder Ejecutivo que rinda cuentas, una sociedad civil fuerte y participativa, un Poder Legislativo transparente y que haga leyes para todos, no para proteger su corrupción y pelearse con el Poder Ejecutivo, y, sobre todo, uno que respete el imperio de la ley.
Como escribió Aristóteles, “el fin de la política es la felicidad de los ciudadanos”. O como dijo Simón Bolívar, “el sistema de gobierno más perfecto es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política”.
Pero tener un buen gobierno no es fácil, sobre todo cuando hay ambiciones desmedidas. Requiere de compromiso, vigilancia, rendición de cuentas y mejora continua. También requiere de una visión de largo plazo, que trascienda los intereses de corto plazo.
Afortunadamente en Nuevo León hay un plan estratégico de largo plazo con pasos fundamentales que la administración estatal debe seguir, pero no hay una estrategia de largo plazo para el Congreso ni para el Poder Judicial.
Para tener un buen gobierno, tanto en México como en Nuevo León, se necesita de una ciudadanía informada, crítica y exigente, que elija a sus representantes con base en sus propuestas y resultados, y que los supervise y evalúe constantemente.
También se necesita de una clase política honesta, capaz y comprometida, con base en principios y valores, y que rinda cuentas de su gestión. Como dijo el orador romano Cicerón, “servirse de un cargo público para enriquecimiento personal resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable”.
Tener un buen gobierno es la única meta que nuestros políticos deben perseguir. Seamos exigentes y constatemos que así lo harán. Ya estamos cansados de políticos que no mejoran el gobierno y que además se cambian de partido como de ropa.
Un buen gobierno entiende que no hay gobierno sin gobernados, ni corrupción sin corruptor. Nos toca como ciudadanos hacer lo propio y exigir, de manera constante y organizada, mejores gobiernos. Porque parece que los candidatos que buscan nuestro voto hoy no tienen interés en gobernar bien, sino solo en llegar al poder.
Para ustedes, estimados lectores, y sus familias, felices fiestas decembrinas y un muy próspero 2024.