Max Verstappen confirmó su condición de gran ídolo deportivo de los Países Bajos al lograr su tercera corona seguida en el Mundial de Fórmula Uno; en una temporada en la que batió casi todos los récords y en la que junto a su compañero, el mexicano Sergio Pérez -subcampeón del mundo-, revalidó el título de constructores para Red Bull, la muy dominante escudería austriaca.
Si Verstappen destacó sobremanera, sin cometer fallo alguno durante todo el año; el subcampeonato de ‘Checo’ y las actuaciones del doble campeón mundial asturiano Fernando Alonso (Aston Martin) -en una segunda juventud a los 42 años, que concluyó cuarto el campeonato, con ocho podios- y el madrileño Carlos Sainz (Ferrari) -que se apuntó la única victoria que no se anotó Red Bull- lograron que el español se convirtiese en ‘lengua oficial’ esta temporada en la categoría reina.
‘Mad Max’ batió su propio récord histórico de victorias en una misma temporada, elevándolo a 19 y ganó el Mundial con 575 puntos -otra plusmarca histórica, mejorando la suya del año anterior (454)-, 290 más que ‘Checo’, asimismo la mayor diferencia de todos los tiempos entre los dos primeros clasificados del certamen.
El séptuple campeón del mundo inglés Lewis Hamilton (Mercedes) acabó tercero un campeonato en el que Alonso se erigió de nuevo en la gran sensación, al concluir en cuarta posición, tras subir ocho veces al podio en su primer año con su nueva escudería, Aston Martin. Y el otro español, Sainz -séptimo al final-, ganó la única carrera del año que dejó de anotarse Red Bull al vencer en Singapur.
Verstappen pilotó de nuevo uno de los imbatibles monoplazas diseñados por el genial ingeniero inglés Adrian Newey, el guru de la aerodinámica, que ya había ideado los coches del anterior periplo glorioso de Red Bull (2010-13), en el que el alemán Sebastian Vettel lideró cuatro ‘dobletes’ para el equipo austriaco.