Por: Ricardo Homs
El populismo de izquierda y de derecha nos
confronta. Tan malo es el de la izquierda como
el de la derecha.
Necesitamos un gobierno de reconciliación e
integración, que se olvide de la lucha de clases.
En su mañanera del martes el presidente López
Obrador no se cansó de repetir que respeta la
decisión del pueblo argentino, pero no cesó de
denostar al nuevo presidente de ese país, Javier
Milei.
Lo mismo hizo el dictador venezolano Nicolás
Maduro, quien se está robando el proceso
electoral próximo de su país.
El reto debe ser, ni 4T ni neoliberalismo.
Necesitamos un nuevo modelo que sea capaz
de convocar a la unidad, no a la confrontación.
Las exigencias de cambio son evidentes. La
sociedad quiere un cambio radical pero no sabe
cómo podría ser y por tanto, anda en busca de
opciones políticas diferentes a las tradicionales
y experimenta. De este modo en 2017 Estados
Unidos votó por Donald Trump, un empresario
famoso en TV, sin experiencia política ni de
gobierno y con esto, el votante pensó haber
encontrado a un ciudadano cercano a sus
necesidades y expectativas. De este modo dio
la espalda a la política tradicionalista
representada por Hillary Clinton.
El gobierno de Trump fue de grandes
escándalos y todo siguió igual. Al final de su
gobierno el ciudadano descubrió que todo
seguía igual y prefirió votar por lo seguro.
Regresó a lo conocido y votó por el demócrata
Biden.
en 2018 México optó por un cambio radical y
votó por Andrés Manuel López Obrador,
pensando que su gobierno sería el inicio de una
nueva era para el país. Sin embargo, el tan
esperado cambio resultó una nueva edición, –
maquillada de modernidad-, pero que en
esencia es el regreso al gen priista dinosáurico
de los años setenta. A este proyecto político el
presidente lo denominó Cuarta Transformación,
al cual quiere llevar a los próximos sexenios,
imponiéndola aún a costa de aniquilar la
democracia y las instituciones que la
resguardan. Por ello el acoso en contra de
todos los organismos autónomos que puedan
impedir la acumulación del poder presidencial,
es evidente y continuo.
Sin embargo, esta demanda de cambio radical
globalizada fue la que llevó a un comediante de
televisión con gran liderazgo, -llamado
Volodimir Zelensky-, a gobernar hoy Ucrania, lo
cual descubrimos a través del conflicto armado
entre ese país y Rusia.
En esa búsqueda inusual y arriesgada de un
modelo de gobierno radicalmente nuevo es que
Javier Milei ganó las elecciones en Argentina,
con una propuesta totalmente disruptiva, que
más que una política innovadora de gobierno,
parece un amasijo de ocurrencias.
El mundo quiere un cambio radical y lo que
aparece en el panorama político son las
visiones radicales y fundamentalistas de lo
mismo de siempre: derecha e izquierda.
¿Qué es lo que necesita México?
No se trata de regresar al neoliberalismo, que
se olvidó de los pobres y permitió el abuso que
hoy capitaliza la Cuarta Transformación
exacerbando los odios antes reprimidos, que
hoy se materializan y son manipulados desde la
narrativa de la lucha de clases. Regresar a los
privilegios de unos cuantos sería intolerable.
Sin embargo, la Cuarta Transformación
representa el peligro del regreso del
totalitarismo de los setentas, donde las
funciones del INE se realizaban en la secretaría
de gobernación y la manipulación del sistema
informático que procesaba los resultados de la
elección de 1988, -bajo el control de Manuel
Bartlett, robó la presidencia de la república a
Cuauhtémoc Cárdenas. La 4T representa un
“fachadazo” de un sistema de gobierno
autoritario de los años setenta, donde no
existían las instituciones autónomas que hoy
dan certeza a nuestra vida democrática,
actualmente en grave riesgo de desaparecer a
través de la 4T.
México necesita un modelo político y social
radicalmente nuevo, que privilegie la justicia
por encima de todo, que garantice el “estado
de derecho” y el respeto a la ley, le pese a
quien le pese. Que genere oportunidades para
las clases marginadas, para acceder a mejor
calidad de vida y erradicar a la pobreza a través
de incrementar la productividad y salir de la
trampa de los cheques de los programas
sociales, que hoy generan dependencia y
manipulación electoral.
Cambiar los paliativos económicos que
mantienen a muchos sectores sociales a nivel
de sobrevivencia, por mejores oportunidades
laborales, donde el aumento de salarios se
justifique por un incremento de la
productividad y estos salarios competitivos
estimulen el consumo y fortalezcan la economía
interna.
En fin, se requiere de un gobierno centrado en
las necesidades de las personas y no en los
ahorros presupuestales del gobierno para
desviar ese dinero quien sabe hacia dónde.
Los ahorros presupuestales se han convertido
en una obsesión insana y perversa de este
gobierno de la Cuarta Transformación, -que
bajo el argumento del combate a la corrupción-
, ha eliminado programas, fondos y
fideicomisos que estaban orientados a
programas sociales, de salud, protección contra
el cambio climático, e incluso el FONDEN, que
representaba una protección contra los
desastres naturales y cuyos recursos se han ido
a destinos desconocidos.
Se debe quitar el significado populista al
concepto “humanismo”, para convertirlo de
verdad en una política de gobierno.
Hoy más que nunca es oportuno revisar la
propuesta del sociólogo inglés Anthony Giddens
denominada “La tercera vía”, descrita en el libro
que lleva este título.
Anthony Giddens fue rector de la prestigiada
“London School of Economics and Political
Science”.
Esta es la propuesta que debiese enarbolarse
desde la oposición, para derrotar a la 4T:
ofrecer un nuevo proyecto de nación
totalmente radical y auténtico.
¿A usted qué le parece?