Los Papas y la Ecología

 

El Grito de la Tierra no puede esperar más

Por: Luis Vega D.

Ningún Papa como Francisco, durante la historia de la Iglesia Católica, ha dedicado tanto tiempo y esfuerzo para evangelizar y denunciar al mundo, sobre todo a través de sus Encíclicas Laudate Si (2015) y Laudate Deum (2013), sobre la importancia de defender la Casa Común: el planeta, La Creación.

Ningún líder religioso como el dirigente actual de los católicos ha hablado con tanta fuerza sobre el problema del cambio climático, el uso y abuso de las energías fósiles, de la catástrofe ecológica que viene: “La crisis climática es una enfermedad silenciosa, un drama que nos afecta, que nos perjudica a todos, no es una cuestión verde y romántica sino un problema social y humano“.

Para los estudiosos de la “narrativa” o del magisterio de la Iglesia Católica, como el sacerdote dominico francés Thomas Michelet, dice que las encíclicas del Papa Francisco son parte de un todo que tiene como objetivo: “salvaguardar la creación o la Casa Común, pero también la protección de los pobres (que no son propiedad de ningún político) porque el grito de la tierra y de los pobres están conectados y no pueden esperar más”.

El fraile dominico Michelet ha publicado el libro Los Papas y la Ecología) sobre el magisterio de los Papas Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI (el Papa Verde) y el actual pontífice. Al referirse al Papa Ratzinger dice: “El acaparamiento de los recursos energéticos no renovables por parte de algunos estados, grupos de poder y corporaciones es, de hecho, un grave impedimento para el desarrollo de los países pobres. Estos no disponen de medios económicos ni para acceder a las fuentes de energía no renovables existentes ni para financiar la investigación de fuentes nuevas y alternativas”.

Los expertos en problemas de medio ambiente coinciden en que el cambio climático avanza y para combatirlo la comunidad internacional debe actuar de manera urgente, colegiada, solidaria y con amplitud de miras. Según el IPCC, organismo de la ONU que estudia este fenómeno, más del 42% de las emociones desde 1850, se produjeron después de 1990.

Los mensajes en diversos momentos del pontificado de Francisco (iniciado en marzo de 2013) son un llamado de ateción muy fuerte para que todos nos involucremos en los problemas del medio ambiente, gobernantes y sociedad, repensemos el uso del poder y se rompa con una visión política y económica que trae como consecuencia la explotación y degradación.

El secretario de Estado Vaticano, el cardenal Pietro Parolin, en representación del Papa Francisco en la COP28 que se celebra durante esta semana en Dubai, manifestó que los asistentes a esta reunión están obligados a dar una respuesta clara para afrontar la crisis climática, con determinación y en los plazos urgentes que indica la ciencia.

El Papa, las iglesias y los que habitamos esta Casa Común, planteó el secretario de Estado Vaticano, “no podemos dejar de soñar que está COP28 del lugar a una marcada aceleración de la transición energética, con compromisos efectivos y susceptibles de un monitoreo permanente. Esta convención puede ser un punto de inflexión, que muestre que todo lo que se ha hecho desde 1992 iba en serio y valió la pena, o será una gran decepción y pondrá en riesgo lo bueno que se haya podido lograr hasta ahora”.

El papa Francisco en Laudate Si y Laudate Deun considera que los medios económicos y técnicos para enfrentar la crisis climática son necesarios, pero no suficientes; es indispensable que se acompañan de un proceso educativo que inciden en cambios en los estilos de vida y en los medios de producción y consumo.

Es prioridad promover un modelo renovado de desarrollo humano integral y de sostenibilidad basado en el cuidado, la fraternidad, la cooperación entre los seres humanos y el fortalecimiento de esa alianza entre la persona y el medio ambiente.

No dejemos que nos roben la esperanza, plantea el Papa Francisco y agrega: la esperanza exige realismo, exige que llamemos a los problemas por su nombre. La esperanza exige el coraje de actuar, la audacia de poner el corazón por encima del obstáculo, de salir del angosto espacio de los intereses personales y nacionales, de sembrar la paz con paciencia y confianza.