Por Rosi Orozco
Acapulco es un paraíso. Un puerto de atardeceres dorados, arena tostada, mar azul y profundo. Sus playas de ensueño enamoraron a Elvis Presley y Elizabeth Taylor. El presidente de Estados Unidos John F. Kennedy eligió sus costas para pasar su luna de miel con Jackie Kennedy. Sus hoteles de lujo y el mar indomable lo convirtió en el destino turístico más famoso de México.
Hoy, Acapulco está devastado. Un huracán categoría 5 —la calificación más letal posible— llamado Otis lo golpeó el 25 de octubre con una fuerza incomparable. Nadie lo anticipó. Horas antes pisar tierra en el puerto era sólo una inconveniente tormenta. Súbitamente se convirtió un ciclón mortal. La mayoría de los hoteles están destruidos, el mar devoró personas, las casas volaron y los muertos se cuentan por decenas.
El siglo pasado, su belleza atrajo a las celebridades más influyentes del mundo. Sus mañanas calmadas y su vida nocturna agitada atrajo actrices, cantantes, políticos, músicos de alcurnia y familias que querían pasar sus veranos en el mar. Yo misma pasé mi juventud en la casa familiar de Acapulco y ahí conocí a mi amado Alex, con quien estoy casada hace 40 años. Mi vida está ligada permanentemente a Acapulco.
Además de elogiar sus recursos naturales, sus visitantes se maravillaban con esa ciudad en Guerrero, México, porque sus visitantes podían hacer todo lo que no les permitía en sus países. En Acapulco, los turistas eran reyes que podían hacer lo que fuera sin consecuencias, mientras pagaran en dólares.
Llegaron empresarios de lujo, deportistas millonarios, chefs de estrellas Michelín. También vendedores de drogas, lavadores de dinero y hombres que buscaban niñas y niños para tocar a cambio de comida o unos billetes para sus padres en las zonas pobres de la ciudad
Porque hay dos Acapulcos. Ambos comparten aeropuerto y carreteras, así que todos los caminos llevan a ese par de versiones de la misma ciudad. Hay un “Acapulco diamante” donde los ricos vacacionan con todas las comodidades a su disposición. Y hay un “Acapulco tradicional”, donde viven los pobres que trabajan para los turisas adinerados.
La gente que habita “Acapulco diamante” y “Acapulco tradicional” no suelen cruzarse. Habitan la misma ciudad, pero los separan campos de golf y plazas comerciales exclusivas. Sólo los ricos extranjeros y nacionales cruzan hacia el lado pobre cuando sienten una repugnante urgencia: hacer realidad sus planes de turismo sexual infantil con niñas y niños tan pequeños como 3 años.
Acapulco es uno de los destinos turísticos más desiguales del mundo. En México, es el municipio más inequitativo de todos: más del 60% de sus 900 mil habitantes viven en pobreza extrema, es decir, no saben qué comerán hoy ni mañana. Ellas y ellos son los trabajadores que sirven platos con mariscos frescos, que barren pisos de mármol, que llenan las copas de vino de los turistas.
Por años, periodistas y organizaciones en favor de los derechos humanos han contado historias terribles que combinan pobreza, desigualdad y turismo sexual: un niño de 6 años rentado para ser fotografiado desnudo a cambio de leche y huevos; una niña de 9 años vendida a un turista canadiense para hacerla su esposa por un mes; adolescentes sin techo que son invitados a fiestas sexuales en yates majestuosos a cambio de droga; padres y madres que esperan a sus pequeños afuera de los hoteles mientras son violados por un precio que se paga en dólares por hora.
Esos pedófilos y pederastas convirtieron a Acapulco en el primer destino de turismo sexual infantil del país. Y llevaron a México al deshonroso segundo lugar en producción de pornografía infantil, sólo debajo de Tailanda, de acuerdo con datos de la Cámara de Diputados de México y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Hoy, Acapulco es otro. Poco queda del puerto que embelesó a los cantantes Agustín Lara y Luis Miguel. Hay miles de familias pobres sin casas, cientos de trabajadores que perdieron sus empleos, decenas de pescadores sin lanchas para ir al mar a conseguir alimento. La destrucción es tanta que la completa recuperación económica se calcula en décadas, no en años.
Esas condiciones, la niñez corre un altísimo peligro. Miles de familias perdieron tanto que su cuerpo es la única divisa que les queda. Y en el negocio sucio de la prostitución forzada, los cuerpos infantiles son los más codiciados.
En medio de esta crisis sin precedentes en México, la Cámara de Diputados aprobó modificaciones a la ley general contra la trata de personas. Estos cambios pretenden ampliar los alcances de la ley promulgada en 2012 y actualizarse con las nuevas tecnologías que pueden usar tratantes y crimen organizado dedicado a la explotación sexual. La redacción tiene algunos problemas que seguimos analizando, pero tiene también temas positivos.
Por ejemplo, incluye nuevas protecciones para personas con lesiones, discapacidad intelectual y pueblos y comunidades afromexicanas. Estas últimas representan el 6.5% del total de la población en Guerrero y 4% de los habitantes en Acapulco, de acuerdo con el Consejo Nacional de Población.
Las organizaciones de la sociedad civil estamos atentas a estos cambios y esperamos que diputados y diputadas honren su palabra de proteger a las víctimas.
Mientras eso sucede, es responsabilidad de todos —no sólo en México— ayudar a poner de pie a Acapulco, que tanto ha dado a nacionales y extranjeros. No será fácil ni rápido, pero cada día que tardemos ponemos en situación de riesgo a su infancia ya vulnerable por la magnitud del turismo sexual en ese bellísimo puerto.
Después del huracán Otis, Acapulco será distinto. Su reconstrucción es la oportunidad de crear sobre el cascajo de la depravación una ciudad nueva con valores y respeto por la dignidad humana. Anhelo el día en verla de pie y que su costera, playa y aire siga siendo un paraíso, especialmente para los niños y niñas como yo que crecimos felices junto al mar.
Durante los días del 8 al 12 de Noviembre y del 8 al 12 de Diciembre, se llevará a cabo la campaña “Buscamos Héroes” en freedomgame.org. Esta iniciativa tiene como objetivo brindar ayuda a niños, niñas y jóvenes víctimas de trata de personas que se encuentran en refugios o en casas de medio camino protegiéndoles de estas mafias. Desde esta semana comenzamos a ayudar a la Familia de “Camila” la primera sobreviviente que llego al Refugio porque todos sus familiares son damnificados del Huracán Otis. Cada donación realizada durante estos días será duplicada. Unámonos para construir un mundo con menos desigualdad e injusticia. ¡Seamos héroes en esta causa!