Otra piedra en el camino: ¿a dónde va Marcelo?

Por Diego F. Gómez-Salas

 

El 18 de septiembre, Marcelo Ebrard fundó un movimiento que según él no pretende ser un partido político. La asociación El Camino de México puede entenderse como una corriente institucionalizada de Morena, como el último esfuerzo de un aspirante presidencial que se perdió en el camino, o bien, como un proyecto político sin más futuro que el de ridicularizar a su fundador. Entiéndase como sea: Ebrard camina sobre piedras.

Dicen que Mark Twain dijo que «la Historia no se repite, pero muchas veces rima». El 6 de septiembre pasado, la política mexicana volvió a rimar. Las encuestas le dieron la Coordinación de los Comités de la 4T a Claudia Sheinbaum. Por buenos motivos, Ebrard rezongó y fracturó el partido de López Obrador. «Estaré en la boleta…», le dijo a quien quisiera escucharlo. Doce días después, anunció la construcción de su Camino.

Aquí viene la rima: hace exactamente 30 años, en noviembre de 1993, Manuel Camacho Solís –mentor político de Marcelo– rompió con el PRI de Salinas de Gortari por no haberlo hecho candidato presidencial. El destapado fue Luis Donaldo Colosio. Inconforme, el exregente del D.F. fundó su propio movimiento que después cuajó en su propio partido político, el Partido de Centro Democrático (PCD).

La elección de 1994 fue una tragedia en todo sentido, de eso no cabe duda. Con dedos señalándolo de ser autor intelectual de un magnicidio, Camacho se esperó seis años. En el 2000, el PCD y Manuel como candidato presidencial sufrieron su propia tragedia: 0.55% de la votación total.

Tres décadas después, parece que Ebrard no aprendió nada de ese pasaje de la historia política. O quizás lo domina tan bien que guarda un as bajo la manga. A estas alturas del trayecto, sólo él sabe hacia dónde dirige sus pasos.

Tras el rompimiento con Claudia Sheinbaum y Mario Delgado, el exaspirante no ha parado de recordar las malas prácticas electorales del partido en el que milita. «Cada día se parecen más al PRI», sentenció contra los morenistas. «En Morena ya no tenemos espacio», confesó en entrevista con Gómez Leyva. «No nos vamos a someter a esa señora (Sheinbaum)», declaró a EL PAÍS.

Para no parecer ingrato, traicionero quizás, Ebrard no ha lanzado insultos directos contra el presidente, sólo contra su candidata, sólo contra quienes controlan el partido que López Obrador fundó en 2014 y que desde entonces se mueve con sus mismas obscuras mañas.

Estos golpes verbales escalaron a los tribunales. El 10 de septiembre trató de impugnar el proceso interno ante el TEPJF; el 4 de octubre el Tribunal lo mandó por un tubo. Con votación unánime de los magistrados, se le cerró el sendero judicial. Derrotado, Ebrard siguió caminando sin rumbo; comenzó una nueva ronda de recorridos por la República al mismo tiempo que Claudia arrancó con su tercera gira nacional.

En esta maraña de eventos desafortunados, se ha especulado mucho respecto al futuro del excanciller. Inicialmente, tenía tres rumbos que tomar. El primero, resignarse, aceptar su derrota y hacerse del premio de consolación sexenal: la presidencia del Senado a partir de octubre del próximo año. Segundo, hacer política, negociar al interior del partido para cabildear una posible candidatura presidencial en 2030. Tercero, dejarse llevar por el estómago, armar un desmadre estilo Camacho Solís y amenazar con salirse de Morena.

Eligió la tercera opción. Se le abrieron tres nuevas rutas: romper inmediatamente con Morena y registrarse como candidato independiente; ceder a los coqueteos de Dante Delgado y ser candidato presidencial por MC o mantenerse dentro de Morena como opositor de Sheinbaum y de su amplio grupo de aliados. En cualquiera de éstas, la banda presidencial está fuera del juego.

Hasta el momento, Ebrard no ha determinado qué rumbo tomar. Sigue detenido en la penúltima y última de estas opciones. El tiempo se le está haciendo poroso y ya se le fueron las fechas para registrarse como independiente, también para crear formalmente un nuevo partido político. Su conflicto con los claudistas apunta a que no llegará a acuerdo alguno. Con esto, MC es su único conducto si busca cumplir con su promesa de estar en la boleta.

Para concretar este objetivo, sabe que necesita mostrarse como un contrapeso, casi opositor, dentro de Morena, alejarse poco a poco. Durante las últimas semanas, presumió su supuesta fuerza en el Congreso. Incialmente con 80 legisladores; hoy no lo respaldan más de 40 a quienes se les han sumado legisladores de Ricardo Monreal.

Presionando a la dirigencia de Morena, amenazó con bloquear la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) 2024. Diputados de la corriente marcelista promovieron realizar reasignaciones por más de 50 mil millones de pesos para disque fortalecer el gasto en infraestructura carretera, hídrica y las actividades del campo. Asimismo pidieron reducir la tasa del impuesto a ahorradores de 1.48% a 0.5%. El coordinador guinda, Ignacio Mier, intervino para contener a los rebeldes. Cedió a algunas de sus peticiones. Los legisladores de Ebrard le dieron la espalda a Marcelo y pasaron el PEF sin problemas; celebraron también la reducción de la tasa de retención como un logro propio.

Mientras sucede esto en el Congreso, se dice que el coordinador nacional de Movimiento Ciudadano, Dante Delgado, sigue en conversaciones con el extitular de la SRE. El líder anaranajado no tiene de otra, pues Samuel García está perdido en su pleito con los diputados locales del PRI y PAN que le impedirían acceder a la licencia para dejar el cargo y, lo más importante, la venia para regresar a gobernar Nuevo León cuando pierda la elección presidencial. Samuel no es opción emecista.

Frente a este panorama, Dante Delgado también tiene sus caminos a escoger: uno, hallar una nueva figura que aparezca de milagro; dos, lazarse él mismo como candidato presidencial y, tres, pasarle esa responsabilidad a Ebrard. Esta última opición beneficia a MC, mas perjudica al caminante Marcelo.

De acuerdo con algunas encuestas, Ebrard podría brindarle más del 10% de los votos que anhela Dante, pues, siendo realistas, lo que busca el exgobernador de Veracruz es mantener el registro y, de paso, pintar de anaranjado el Congreso. Para MC la candidatura a la Presidencia sólo es un gancho electoral rumbo a 2027 y 2030. Nada más.

No obstante, si el candidato es Ebrard, los emecistas tendrían que tragarse el pragmatismo de Delgado, pues esos mismos diputados ebradistas que acordaron con Ignacio Mier también votaron a favor de la extinción de los 13 fideicomisos del Poder Judicial de la Federación. La bancada de Movimiento Ciudadano votó en contra. Valga el dato, hoy se vota en el Senado.

Como lo escribí en otro espacio: si el viejo PRI fue una estructura política de cimientos, Morena parece un castillo de palitos de madera. Al calor del proceso interno para elegir a las y los nueve coordinadores estatales de la 4T, los ebradazos ya comienzan a asomarse. Después de ser excluida de la lista de Morelos, la morenista Lucy Meza amenaza con fundar su propio movimiento e irse al grupo naranja. «Voy a estar en la boleta», dijo la legisladora morelense, así como dijo Marcelo. En Chiapas las cosas pintan igual, pero con otros colores. El ejemplo está dado.

Dante Delgado sigue estirando la liga y recogiendo frutos picados que caen de otros partidos. El próximo viernes MC anunciará la convocatoria para el registro de sus presidenciables; su líder ha dicho que el partido elegirá al candidato presidencial hasta el próximo 20 de enero. A ver si es cierto. Al tiempo, Ebrard le sigue el juego: estira su propia liga con tranquilidad; hasta se fue de vacaciones. Ahorita anda en Europa; en Italia, informan sus cercanos.

¿Marcelo está preparando el camino para renunciar a Morena y vestirse de anaranjado? ¿Lo hará a sabiendas de que no tiene posibilidad alguna de ganar en junio? Si sí, ¿buscará entonces heredar el proyecto de Dante para seguir el sueño guajiro de hacer de MC la segunda fuerza política del país? O bien, ¿se quedará en Morena con el fin de conservar fuero y darle consistencia a su movimiento político?

En sus sueños, sigue deambulando en eso que llama El Camino de México (en su laberinto de la soledad, más bien). A pesar de los obstáculos, de las descalificaciones y de su premonitoria ruptura con Morena, parece que canta aquella de José Alfredo Jiménez: «una piedra en mi camino me enseñó que mi destino era rodar y rodar…». Mientras rueda, piensa en «seguir siendo el rey».

En la vida real, el tiempo se agota y los caminos se cierran para cualquier monarca sin trono.

Ebrard sigue caminando. ¿Hacia dónde? Quién sabe.