MORIR EN MÉXICO

Por Adriana Delgado Ruiz

Pies descalzos y sangrantes de tanto caminar por lugares inhóspitos. Los peligros de caer de un tren, ser arrollados en una carretera o asfixiados en un transporte inhumano. Hambre, cansancio, extorsión y secuestro a manos de mafias de coyotes, maltrato de autoridades e indolencia de muchos. Eso es lo que sufren miles de migrantes que huyen de países con regímenes autoritarios, políticas criminales y economías empobrecidas que cercenan toda oportunidad de crecimiento y desarrollo. Estamos viendo una verdadera crisis humanitaria.
Números de escándalo. De acuerdo con la Secretaría de Relaciones Exteriores, diariamente salen tres mil personas desde el tapón del Darién, provenientes en su mayoría de Venezuela. A su paso por Centroamérica se agregan tres mil más, por lo que llegan seis mil a nuestra frontera sur en promedio. A esas caravanas se suman dos mil mexicanos, así que a la frontera norte llegan 8 mil personas, todos los días, buscando entrar a Estados Unidos.
El Ejecutivo Federal insiste en que la capacidad de atención migratoria no está desbordada, afirmación claramente fuera de la realidad. La propia canciller mexicana, Alicia Bárcena, dijo hace menos de un mes en la ONU que es imposible procesar 140 mil solicitudes de asilo en Tapachula.
Este mismo lunes, un grupo de haitianos desesperados derrumbaron vallas metálicas y entraron por la fuerza a las instalaciones de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados en esa ciudad chiapaneca, episodio cada vez más frecuente aun cuando hace pocos días se había despresurizado la carga en esa instalación, enviando a 8 mil 152 a otros puntos de la región y de Tabasco y Veracruz.
¿Problema focalizado? No. Sólo durante las pasadas dos semanas, Oaxaca contabilizó el paso de 63 mil 104 migrantes según el informe público del secretario de Gobierno, Jesús Romero López. Ese número sólo incluye a los identificados mediante una instancia oficial, así que habría que agregar otra gran cantidad indeterminada de migrantes que no pasaron por filtro alguno. El gobierno oaxaqueño ha tenido que tomar medidas como instalar Centros de Movilidad Migratoria, clausurar terminales irregulares de autobuses que hacen negocio trasladando migrantes e incrementar las revisiones del transporte en las carreteras.
En tanto ¿qué están haciendo los gobiernos de los países expulsores para retener a sus ciudadanos? La cumbre sobre migración de este domingo en Palenque, Chiapas, no tiene grandes expectativas. Incluso el gobernante venezolano,

Nicolás Maduro, estará presente con su discurso de odio contra el país a donde buscan llegar quienes huyen de su régimen dictatorial.
Estados Unidos no tiene cómo frenar realmente la migración ni forma de filtrar el paso de delincuentes que se escabulle entre ellos. Tiene convertido a México en un tercer país seguro de facto, donde se agolpan miles y miles de migrantes con la esperanza de cruzar la frontera con el permiso del tío Sam, que los expulsa hacia acá en lo que su burocracia procesa solicitudes. El gran problema es que nuestro país no recibe apoyo financiero alguno del gobierno estadounidense por servir como su sala de espera.
Si eso no es ya un gran problema, se agrega que los mexicanos en busca de irse también a Estados Unidos lo hacen debido a gobiernos incapaces de hacerlos sentir seguros en su propia tierra, pero sí se atreven a presumir la llegada de las remesas como un gran logro, cuando es todo lo contrario. Esas remesas son, en su mayoría, producto del éxodo masivo de mexicanos que tuvo que buscar suerte en el norte debido a que la gran crisis de 1995 les quitó aquí sus patrimonios, empleos y sueños, dejándolos sin otra alternativa.
Seguimos igual.