Paralelísmos.

azul etcheverry columnista

Por: Azul Etcheverry

 

Durante los últimos meses hemos visto en redes sociales videos de personas estadounidenses que entran a robar a diferentes tiendas, desde medicamentos y artículos pequeños en farmacias hasta podadoras de césped y teléfonos en tiendas departamentales. Los más alarmantes ocurrieron esta semana en la ciudad de Filadelfia donde grupos de personas acudían en desbandada a saquear tiendas hasta dejarlas prácticamente vacías.

 

Hemos visto también en esa misma ciudad las imágenes de las “calles zombies”, zonas sin autoridad repletas de drogadictos inconscientes. También se observa a lo largo y ancho de ese país un problema generalizado de personas que viven en situación de calle, cada vez más estigmatizados y aislados, un problema que el gobierno simplemente prefiere poner debajo de la alfombra para no incomodarse.

 

Los estadounidenses, sobre todo los más ignorantes y carentes de una visión real del mundo fuera de su pórtico y su cómodo sofá , desprecian a México y en general a toda Latinoamérica por considerarlo inseguro y sin recursos de desarrollo. Sin embargo estos hechos nos muestran que la pobreza económica es tan alarmante y peligrosa como la social y que entonces no somos tan diferentes como se nos ha hecho creer.

 

En México hemos visto también saqueos, violencia, pobreza y falta de oportunidades. La escenografía es diferente pero el problema es el mismo, dicho por nuestros propios connacionales que viven del otro lado del río, hay que aceptar que el “sueño americano” ya no es tanto un sueño sino hasta a veces una pesadilla. Que no es que uno se sienta totalmente seguro allá sino solamente menos inseguro tal vez que en el propio país.

 

En esta decadencia social estadounidense, todos estos hechos que parecían exclusivos de Latinoamérica se experimentan de igual manera del otro lado de la frontera. Pensado para frenar la delincuencia y hacer sentir más seguros a los norteamericanos sin la presencia de los migrantes, el muro entonces ya no es necesario, pues son ellos mismos los que se están poniendo el pie para “hacer de su país algo grande de nuevo”.

 

¿Cuál es el problema? Ya sin hablar de alguna nación o región en particular, y sin el afán de querer ser filosóficos, el problema es un sistema desigual que influye en la toma de decisiones de los individuos quienes, al ver la disparidad en oportunidades y su incapacidad para ponerse a la par de los otros, se llena de resentimiento y entonces se envuelve en un individualismo agresivo para intentar ganar una carrera que, por diseño y sistema, nunca va a ganar.  Cuando se da cuenta de esto solamente puede aceptar su realidad y aprender a vivir con lo que tiene o, como sucede en muchos casos, optar por la violencia, las drogas, aislarse socialmente e incluso acabar con su vida.

 

El problema es la deshumanización paulatina que estamos viviendo, pensar y sentir menos, consumir y producir más. Es cierto, tenemos que demandar líderes más humanos y con más sentido social, pero también es necesario que hagamos, reinventemos y nos transformemos en una ciudadanía más consciente que pueda hacer eco en políticas públicas que reviertan esta debacle.