Por: Liébano Sáenz
Por más que el legislador los ha definido con rigidez, los tiempos de la política cobran su propio curso. El propósito de la ley puede ser noble o conveniente, como es el disminuir el costo electoral o cuidar la equidad en la competencia por el voto. Sin embargo, la realidad se sobrepone y, en la circunstancia actual, a lo que ha llevado es a una absurda simulación.
Las autoridades electorales tuvieron la oportunidad de obligar a los partidos a suspender la anticipada selección de candidatos presidenciales. No ocurrió así, y para efectos prácticos, los dos agrupamientos políticos más relevantes llevaron hasta el final sus respectivos procesos. Más allá de un resultado promisorio, como es el avance de la competencia interna como vía para la selección de abanderados, o que la próxima presidenta será mujer, debe preocupar el desdén a la ley auspiciado desde la Presidencia misma.
En los sistemas democráticos no debe haber dobles raseros ante lo que establece la norma. Su cumplimiento no puede depender de la agenda ni de los cálculos políticos de ninguno de los actores, por más importante o incluso mayoritario que sea. No ha sido así esta vez y queda el precedente. Las campañas han iniciado, y lo han hecho cinco meses antes de lo previsto en la regla electoral.
En el caso de Morena también se han adelantado los tiempos para seleccionar a los candidatos a ejecutivos locales y para noviembre se tendrá definido, vía encuesta, quiénes habrán de representarlos. Nuevamente, ocurre con un proceso simulado que a nadie engaña. Infortunadamente, se impone el pragmatismo, pues parece inevitable que, tal como ocurrió en el proceso nacional, la oposición actúe en consecuencia para no estar en desventaja.
Consecuencia absolutamente normal de que imperen los tiempos de la política sobre el cumplimiento de la ley, estamos viendo los resultados del escrutinio que realizan los medios sobre las candidatas. En ocasiones es un ejercicio inducido por la competencia, pero también parte de la tarea informativa y la responsabilidad de las empresas de comunicación. Quienes aspiran, se exponen ahora al juicio de la opinión pública con demasiada antelación. Va a faltar estrategia para hacer frente a este, que es otro aspecto de la nueva realidad.