Por Fernando Alberto García Cuevas
En México la sociedad somos todos. Hombres y mujeres de todas las edades. Nuestra cultura nos unifica, proviene de cada región y etnias florecientes extendidas a lo largo del territorio nacional.
Mexicanos todos somos, unidos sólidamente, por nacionalidad, cultura y patria.
Reconozco, que las dos grandes desigualdades existentes en nuestra nación, son educación e ingreso. El bienestar social está mal repartido, lo que ocasiona sufrir diversos tipos de injusticia en la distribución de la riqueza. Punzante realidad que produce opulencia e indigencia, categorías socio económicas, unidas, por una enorme franja de medianía, en la que los menos, perseveran por subir, mientras que los más frágiles en este segmento, resisten, para evitar descender deciles. (define sectores económicos de la población según su ingreso per cápita familiar)
La calidad de educación que se imparte entre nosotros, está injustamente fraccionada entre pobres y ricos, educación de calidad, contra educación masificada. Educación con futuro, la otra, tristemente desprovista de esperanza, en tanto que, en el mejor de los casos, «los nadie» como bien los define Galeano, (los que no tienen cara, pero si brazos, no tienen nombre, pero si número, no son tratados como seres humanos, pero si, como recursos humanos), estarán condenados, a transcurrir sus vidas a la deriva y al sin sentido, con la penosa categoría de, «intercambiables», como Brus Bueno de Mezquita los definió.
Tengo la absoluta convicción de que la educación es un arte, un alimento indispensable para vivir, por tanto, la calidad de la educación que recibe un individuo, no debe seguir siendo consecuencia, de la fortuna ocasionada por el origen familiar y circunstancia personal de cada quién, sino por un inminente acto, de humanismo y justicia que inexcusablemente deben ejercer los gobiernos y responsables de la educación en nuestro país.
Luego entonces, debatir aspectos cuantitativos en un debate de la mayor trascendencia, que tiene que ver con el futuro de millones y millones de nuestros niños y jóvenes, es siniestro y patibulario.
Desde la perspectiva de un sencillo indagador autodidacta que soy, un edidakato como lo define el Maestro José Antonio Marina en su Biografía de la inhumanidad, quién escribió; —ya no es un semidiós quien cambia la índole de los humanos. Lo que hace al hombre deinós, «inquietante» desde todos los tiempos, es precisamente, un edidakato, es decir, un «autodidacta»
Por otro lado, debo decir en absoluta coherencia con lo expuesto en 1762 por Jean Jacques Roseau en su libro titulado EMILIO, en el que se pregunta, ¿cómo se distingue la diferencia entre educar un hombre y un ciudadano? El desarrollo de su reflexión es impecable.
En esta parte recuerdo que, hoy por hoy, los japoneses yá están formando «ciudadanos del mundo» en lugar de japoneses. WOW ¡, que el 90% de los daneses tienen el hábito de la lectura, WOW¡, ciertamente, en nuestro México, tenemos mucho que aprender del resto del mundo, y hacer lo suficiente y necesario en nuestro terruño.
Entre lo más urgente en este momento, destaca lograr hacer reaccionar al estado para corregir el rumbo en materia de educación, lo que implica, escuchar a la sociedad, en éste tema tan relevante, como lo es, la educación de nuestros hijos.
Por otro lado, el oficio que quiero enseñarle a mis hijos, es a vivir con plenitud.
Que aprenda bien, que antes de pretender ser magistrado, soldado o sacerdote, necesita aprender a ser hombre.
Que profundice en el conocimiento de como conservarse, a soportar los golpes de la desgracia y a no ser esclavo, ni de la miseria ni de la opulencia, que la instrucción de nuestros hijos, deberá centrarse en estimular su deseo de aprender e impedir que adquiera hábitos, que lo lleven a ser esclavo.
Que sabio es Roseau, cuando reflexiona de esta manera.
Por si fuera poco, lo que nos enseña el gran filosofo, me inspira a decir a mis propios hijos;
Hijos míos, atrévanse a vivir con amor y gratitud. A corregir sus faltas, a compartir sus bienes y enseñanzas. Les he dicho que mantengan siempre a flote, su dignidad, que respeten y exijan respeto, que endurezcan su temple para sobrevivir y materializar sus sueños con inalterable perseverancia, que no se rindan, que ejerzan plenamente su libertad, tanto como sus derechos en comunidad, que entiendan que la lealtad comienza con lealtad a ellos mismo, que no se traicione por complacientes ni cobardes, que aprendan a resistir, que no aguanten como ofrenda y resignación, que no vivian, como no quieren vivir.
Que conozcan muy bien, que la vida evoluciona incesantemente, y que ellos, nuestros niños, nosotros mismos, no somos para siempre, sin embargo, podemos crecer y evolucionar satisfactoriamente, atreviendonos siempre, a evolucionar favorablemente en nuestra forma pensar, de ser y hacer, en armonía con la vida entera.
Los hijos se forman en el hogar, en la calle, entre los medios de difusión y redes sociales, y por supuesto, la fuente más importante donde abreban conocimiento, es la escuela.
Esta última, deberá tener el poder suficiente para contrarestar las faltas y peligros que asechan a nuestros hijos, tanto en los hogares por sus diversas carencias, como entre las calles y redes blasfemas e irreberentes. Las aulas son y deben ser, el templo sagrado donde se cultive la mejor humanidad, las aulas son, la fuente venerable e insustituible donde se cultiva, el futuro de nuestros hijos y de la humanidad entera.
Lo que pretendo aportar en este espacio, cono nutriente para el debate sobre los «libros de texto», es mi deseo, ideal y exigencia. —que como padre de familia, como millones de padres de familia de nuestro México lindo y querido, lo que mas quiero y por lo que lucho implacablemente, es que mis hijos sean libres y justos, que aprendan a ejercer plenamente su libertad y que su conducta, refleje el valor de la justicia. Que amen y adquieran el mayor conocimiento y cultura, que engrandezcan su espíritu, que desarrollen la mejor calidad de humanismo, asi como sus mejores habiilidades, para sobrevivir y evolucionar, que sean competitivos, que luchen por materializar su sueños, que vivan con compasion, amor y gratitud por la vida y que sean plenamente felices, como hombres y mujeres de bien, en constante crecimiento, al servico de la humanidad, y que asi, diseñen a sus propios hijos.
“el hombre que más ha vivido, no es el que más años tiene, si no el que más aprovechó la vida, el que se ocupó de servir a la humanidad y a la naturaleza.