En el vasto universo del cine, existen nombres que brillan con un resplandor eterno, cuyas obras han dejado una marca imborrable en la historia del séptimo arte. William Friedkin, director de renombre internacional, se alza como una de esas luminarias que han dejado una huella indeleble en el género del cine de terror. Su impacto en la industria cinematográfica lo ha catapultado al olimpo de los grandes directores de cine de terror de todos los tiempos.
La película que cementó su lugar en este panteón de cineastas magistrales fue “El Exorcista” (1973), una obra maestra que aterrorizó y cautivó a audiencias de todo el mundo. Con su habilidad para construir una atmósfera inquietante y sus tomas magistrales, Friedkin llevó el género a nuevas alturas, reinventando la forma en que se contaban las historias de terror. Su destreza detrás de la cámara le valió un puñado de premios y reconocimientos, pero su impacto va más allá de las estatuillas.
A lo largo de su distinguida carrera, Friedkin acumuló un impresionante conjunto de galardones, incluyendo varios premios de honor que destacan su contribución excepcional al cine. Desde el premio de Palm Beach en 2000 hasta el León de Oro en el Festival de Cine de Venecia en 2013, su legado ha sido reconocido por expertos y colegas de la industria por igual. En agosto de 1997, su influencia trascendió la gran pantalla al obtener una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood, un tributo permanente a su talento y dedicación.
La conexión de Friedkin con Italia no se limita a su éxito en el cine. Su pasión por la ópera italiana lo llevó a explorar este mundo apasionante y lleno de emoción. El documental “Puccini y yo”, dirigido por el italiano Federico Salvetti en 2017, captura la profunda admiración de Friedkin por el compositor y músico italiano Giacomo Puccini. Este documental no solo revela su amor por la ópera, sino también su capacidad para trascender fronteras artísticas y emocionales.
Uno de los momentos cumbre en la carrera de Friedkin ocurrió durante un viaje a Italia en 2016. Durante su estancia en la pintoresca localidad de Lucca, recibió un merecido reconocimiento por su devoción a la ópera. Fue durante este viaje que comenzó a gestarse su último trabajo, “El Diablo y el Padre Amorth” (2017). En esta película, Friedkin cumplió un sueño que había acariciado durante 45 años: capturar un verdadero exorcismo en pantalla. La trama gira en torno a su encuentro con el exorcista del Vaticano, el padre Gabriele Amorth, quien permitió que Friedkin documentara un exorcismo real.
La película no solo es una exploración fascinante de la fe y lo sobrenatural, sino también un testimonio de la voluntad de Friedkin de desafiar los límites cinematográficos. A través de la lente de una pequeña cámara, el director logró inmortalizar un momento intenso y misterioso en la vida de una mujer llamada Cristina. “El Diablo y el Padre Amorth” se convirtió así en una obra maestra documental que combina el suspenso y la intriga con una mirada profunda a la complejidad de la creencia y el misterio humano.
En una entrevista con The Guardian en abril de 2018, Friedkin compartió su perspectiva sobre la vida y la creencia en lo desconocido. Su enfoque no era el de un escéptico, sino el de alguien que se sumergía en la maravilla y la incertidumbre del mundo que nos rodea. Su filosofía captura la esencia misma de su enfoque cinematográfico, caracterizado por la valentía de explorar lo desconocido y desafiar convenciones.
William Friedkin, el maestro del terror y apasionado de la ópera, dejó un legado imborrable en la industria cinematográfica. Su habilidad para evocar emociones intensas y su valentía para abordar temas desafiantes le han asegurado un lugar en los corazones de los amantes del cine. Su último trabajo, “El Diablo y el Padre Amorth”, es un recordatorio de su compromiso inquebrantable con la exploración artística y su voluntad de trascender las fronteras de lo convencional. Aunque su partida deja un vacío en el mundo del cine, su legado continuará inspirando a futuras generaciones de cineastas y espectadores por igual.