CRIMEN AMBIENTAL

Por Adriana Delgado Ruiz

Un desastre ambiental es la peor catástrofe posible. Se pierde mucha más vida de lo aparente: ecosistemas, cadenas alimenticias, especies enteras, fuentes de alimento y oxígeno. El descuido y la indiferencia son grandes asesinos.
Las imágenes satelitales mostraban una gran mancha de hidrocarburo en el Golfo de México, tan grande como dos veces la extensión de Guadalajara. El geógrafo Guillermo Tamburini documentó la evidencia mientras observaba el impacto del incendio en la plataforma Nohoch-Alfa de Pemex el 7 de julio, sin embargo, su cálculo es que el derrame habría iniciado tres o cuatro días antes en otra instalación.
Organizaciones ambientalistas encendieron las alarmas. Los estándares internacionales indican que una gota de petrolero contamina hasta 25 litros de agua.
El gobierno mexicano se apresuró a asegurar que no había tal. Pemex reconoció una fuga en el ducto Ek Balam que duró 18 días, pero sostuvo que el derrame fue mucho menor y no significativo. Sobre la mancha ominosa, su explicación es que se trata de chapopoteras, que son básicamente afloramientos naturales de petróleo no ocasionados por la actividad extractiva.
¿Es posible que un derrame de esas dimensiones sea producto de la naturaleza? Pocos lo creen y las calificadoras de riesgo no están entre ellos. Tan rápido como el 14 de julio, Fitch Ratings degradó la calificación de Pemex de BB- (perspectiva estable) a B+ (en observación negativa), y sí, los múltiples incendios y accidentes en sus instalaciones son una de las razones principales, explicó la firma.
Una semana después, Moody’s hizo lo mismo. Ubicó a la petrolera en el escalón 5, el más bajo, debido a la debilidad de su plan para abordar los riesgos sociales y ambientales.
De continuar esta situación, a Pemex le saldrá cada vez más caro el acceso al mercado de deuda, se volverá cada vez más dependiente del presupuesto del gobierno mexicano y eso la llevaría inevitablemente a menos inversión, más accidentes y una debacle estrepitosa.
Pero más allá de la seriedad de las cuestiones financieras, es mucho más grave la falta de conciencia generalizada sobre las consecuencias cada vez más graves de

no cuidar nuestro medio ambiente. Esa es responsabilidad de todos los niveles de gobierno y también de todos quienes nos denominamos seres humanos.
Datos para la reflexión. Con el inicio de la temporada vacacional, comúnmente una o dos playas mexicanas suelen rebasar los límites permitidos de bacterias que pueden enfermar seriamente a los vacacionistas, pero en este verano son 14 las contaminadas con exceso de enterococos fecalis. Una de las muchas consecuencias de echar al mar toda clase de desechos orgánicos y basura, sin reparo alguno. Estamos matando a nuestro planeta, el único hogar que tenemos.
Cada año, México pierde 127 mil 800 hectáreas de bosques y selvas por la tala clandestina, la agricultura irresponsable, los incendios forestales provocados y la ocupación ilegal de terrenos. Eso ocasiona escasez de agua, sequías cada vez más prolongadas y severas, mucho menos oxígeno y un agotamiento acelerado de los recursos naturales que sustentan nuestra existencia.
Tenemos múltiples leyes para proteger el equilibrio ecológico, la vida silvestre y el desarrollo sustentable. ¿En qué punto las políticas públicas son insuficientes y la corrupción tan grande? Vamos muy tarde en tomar acciones. Es un asunto de vida o muerte.
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