VIVIR CON DIGNIDAD A TODA EDAD

Sacerdote Daniel Valdez García

Hoy hemos conmemorado la III Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores. Próximamente, celebraremos la Jornada Mundial de la Juventud. Estas ocasiones nos brindan la oportunidad de reflexionar sobre el valor de la interacción entre generaciones. El Papa Francisco, incansable defensor de la dignidad humana en todas las etapas de la vida, nos ha inspirado con su ejemplo.

Recientemente, muchos tuvimos la oportunidad de disfrutar del documental Amén, donde se abordaron las inquietudes de los jóvenes y se transmitió el mensaje del Evangelio. Este enfoque nos desafía a no imponer nuestras creencias, siguiendo así la propuesta de Jesús. Además, el Papa tuvo un conmovedor encuentro con niños, donde respondió amorosamente a sus interrogantes. Muchos de ellos preguntaron acerca de los héroes, y el Papa les recordó que nuestros abuelos también son verdaderos héroes.

En las lecturas de la misa de hoy, el libro de la sabiduría (Sab 12,13.16-19) nos ha preparado para comprender la importancia de las parábolas en el evangelio de San Mateo (13, 24-43) A su vez, el apóstol San Pablo, en su carta a los romanos (8,26-27), nos muestra que en nuestra debilidad, encontramos fortaleza en Dios. Durante la infancia, esa debilidad se manifiesta en nuestra vulnerabilidad. En la juventud, la falta de experiencia nos hace sentir débiles. Y en la etapa adulta, especialmente como mayores o abuelos, nuestra fortaleza física se va perdiendo. Por ello, el encuentro de generaciones se vuelve crucial, ya que necesitamos combinar experiencia, sabiduría y fortaleza.

Las parábolas que relatan la historia de la cizaña y el trigo, el grano de mostaza y la levadura nos confrontan con la realidad de la vida, sin caer en el optimismo ingenuo ni en el pesimismo derrotista. Este enfoque realista nos invita a reflexionar sobre cómo podemos servir con autenticidad y trascendencia en nuestra jornada vital.

En este mundo, nos encontramos con realidades tanto positivas como negativas; lo mismo ocurre en la sociedad y, por supuesto, en la iglesia. Todo esto pone de manifiesto la infinita paciencia de Dios y su misericordia, ya que su deseo es que todos alcancemos la verdad y seamos salvados (Juan 3).

No tuve la fortuna de conocer a mi abuelo paterno y mi abuelo materno falleció cuando era apenas un niño. Sin embargo, mi abuela paterna me inculcó el amor por la santa Virgen del Carmen. Y, cuando mi abuela materna vino a vivir con nosotros, durante mi primer viaje internacional, ella me otorgó su bendición. Fue en ese viaje, por tierras del norte de América, que comencé a asistir diariamente a la eucaristía, y para mi asombro, al final éramos alrededor de veinte compañeros los que participábamos en ella. Este suceso maravilloso de mi vida, de alguna manera, me condujo hacia la vocación que hoy en día abrazo con todo mi ser: la de ser sacerdote, aquel padre para todos genuino, sin rastro de ser un mero padrastro. Me esfuerzo incansablemente por tratar a todas las personas, en especial a los abuelos y los adultos mayores, así como a los preciosos niños, con el debido respeto, consideración y dignidad.

Hoy, en el día dedicado a honrar a los abuelos y a los mayores, les ruego que no dejen de compartir con nosotros su invaluable experiencia y sabiduría. Que la Santísima Virgen María nos proteja a todos. Los bendigo de todo corazón y les ruego que no olviden rezar por mí, ya que mañana celebraré mi cumpleaños.

Felicidades abuelos y adultos mayores !!